Esta explotación empezó en Estados Unidos, pero después se extendió a los llamados países del patio trasero, o países latinoamericanos y finalmente a todos los países el mundo.
Entonces las compañías tabacaleras, petroleras, mineras, de productos agrícolas, pesticidas, fármacos transgénicos o armas, que fundamentaban sus descomunales riquezas, en la explotación, gobierno, y manipulación de países y gobiernos, usando la guerra entre ellos, las intervenciones militares y cuanto estaba a su alcance, para someter a su propia gente y a los habitantes de toda la Tierra.
Pero desde los años 90 se da un gran cambio. Aparecen los multimillonarios de la industria de cine, la informática, la TV satelital. la venta de patentes y de franquicias como McDonald, Coca Cola, KFC, Wall Mart, Amazon, Uber, etc., en que la riqueza proviene de la propiedad intelectual más que en la explotación laboral, agrícola, pesquera o minera.
Entonces Estados Unidos y los países desarrollados entran en una etapa a la que denominan desindustrialización, en tanto otros países, poseedores de abundante mano de obra barata, como China y Sudeste Asiático, absorben las industrias productoras de bienes tangibles. Estados Unidos desarrolla la industria y expansión de los llamados bienes intangibles o inteligentes.
Esto lleva a que el colosal Imperio Norteamericano, progresivamente deje de ser un explotador de mano de obra barata y sea un consumidor o la Meca de la mano de obra calificada, un imán para los seres humanos más inteligentes y los buscadores de los mejores salarios del mundo.
Los robots y los migrantes llenan las vacantes de las industrias, que no logran migrar a países con materias primas, energía, agua, y mano de obra más baratos, pues cuando otros países pueden copiar su tecnología, de inmediato se convierten en competidores aventajados.
Esto da origen a una población descontenta y desplazada, que son blancos de clase media, en especial del centro del país y de lugares donde la industria metal mecánica tuvo su apogeo, y se conviertan en votantes resentidos y racistas.
Estos descontentos llevaron a Donald Trump al poder hace tres años, pero a pesar de que la economía norteamericana está boyante, le es muy difícil competir en productos tangibles con el resto de economías del mundo, que ya tienen poblaciones educadas, cuando antes, al momento del despegue americano, tenían poblaciones analfabetas.
A su vez sus productos, son cada vez más caros y necesitan un nivel educativo más alto en la población que los compra, lo que a su vez significa que los países tienen que mejorar el salario de sus trabajadores, porque si no, no pueden comprar los productos norteamericanos.
Esto lleva a que la nueva generación de jóvenes norteamericanos, y los ricos de los Estados Unidos, vean como inconveniente la pobreza del mundo.
La pobreza del mundo a su vez también cambió, de peones o esclavos y obreros mal pagados, que no podían acceder sino a lo más mínimo para vivir y una pobreza en la que los pobres ya no son los que les falta lo indispensable, sino dinero para pagar la electricidad, el transporte, las comunicaciones, medicinas, celulares, es decir aquello, que hace poco solo podían tener los ricos.
Donald Trump, está atascado en la creencia de que Estados Unidos será grande si vuelve al pasado, a los barones ladrones, a la explotación de otros países, a la amenaza de la guerra mediante la Doctrina Monroe, de América para los americanos, o del Gran Garrote, en que Estados Unidos tiene el derecho divino de intervenir donde vea cualquier cosa que atente a sus intereses.
Pero en realidad los nuevos ricos norteamericanos no se hicieron de explotar a nadie, sino de vender propiedad intelectual, y esta riqueza no viene de personas oprimidas por malos salarios, sino por el contrario de los mejores salarios del mundo y de formas de trabajar donde la recreación y el descanso son tan valiosas, como las horas de labor, como por ejemplo la vida de los actores y directores de cine, de los creativos de Silicon Valley o incluso de sus estrellas del deporte.
Esto hace que la política de Donald Trump se vea anticuada, de la época de J.P Morgan o Vanderbilt, que como él construían los enormes edificios en la primera mitad del siglo XX, y creían que su poder provenía de fuerzas de choque que disuaden a los obreros y sus demandas, o de un ejército que invade países o pone gobiernos, cuando estos no eran complacientes con las transnacionales norteamericanas, o con el señor presidente de Estados Unidos.
Hoy las cosa han cambiado, el mundo compite entre sí para ofrecer materias primas y manos de obra barata, sin que Estados Unidos lo pida, y otros países ven una oportunidad en la miseria de los países en desarrollo, y cuando los países son abordados por pestes, crisis humanitarias, o crisis ambientales, Estados Unidos se vuelve el destino de masas migratorias, que no están preparadas para sobrevivir en un país donde la inteligencia es lo más cotizado.
Esta situación abre las puertas a los otros candidatos en las próximas elecciones del 2020 en USA, que no quieren volver al pasado, que no piensan en América Grande de nuevo, sino que piensan en América como un motor de cambio de la sociedad global, que se enfrenta al cambio climático, a catástrofes humanitarias, a pestes, a la ignorancia y que necesita una población mundial, que consuma los productos norteamericanos como el cine, la tv satelital, la internet, la moda, su software, etc.
Así pues un candidato como Bernie Sanders que propone un Estados Unidos amigo del mundo, de la naturaleza y no un enemigo del Acuerdo de París, o como promotor de carreras armamentistas y bloqueos económicos, de la intimidación o BIG STICK, como eje de una conducta política, puede ganar, pero deberá enfrentar la más poderosa fuerza económica y publicitaria creada para una campaña electoral, que la está construyendo Trump. Pero al igual que George Bush padre que perdió la reelección, a pesar de ser el único presidente de la posguerra, que ganó la guerra fría a la URSS y que entró y salió victorioso de una guerra en la primera guerra con Irak, mientras los demás presidentes han llevado a USA a guerras militares, en las que ha perdido, como Vietnam y otras son interminables, o en las que simplemente no han ganado, como Etiopía Somalia, o todavía no pueden ganar, como Afganistán, Siria, Irak,, o con China, Rusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán, Corea o Yemen, con las que llevan confrontaciones sin usar sus soldados todavía, como lo está haciendo Donald Trump.
Bernie Sanders representa una posibilidad de que Estados Unidos no termine enfrentado al mundo como el último imperios sobre la Tierra.
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