domingo, 28 de marzo de 2021

Cómo la pandemia, las crisis y las elecciones nos llevan a un verdadero Nuevo Mundo

 Vivo en un país y soy un médico, que en este país antes y durante esta pandemia,  no  se puede  curar sin jugarse la vida propia.  Vivo en un país en el  que desde hace 500 años nos enseñaron que somos menos seres humanos que los europeos, los norteamericanos, los rusos, y ahora que los asiáticos, los ricos, o los políticos de mi propio país.

Un país al que gobiernos extranjeros,  regalaban becas a sus estudiantes, para convertirlos en instrumentos de potencias extranjeras,  como antes Roma lo hacía secuestrando y robando mujeres y niños, para  romanizarlos, esclavizarlos, someterlos hasta que sientan que deben morir por sus opresores. La diferencia está en que en Roma, antes de ser la gran ciudad, se los obligaba, en las actuales potencias mundiales, lo que se hace es atraerlos como moscas a la miel.  Pero ahora tienen el problema de que no pueden parar la llegada de los indeseables, de los ilegales, de los informales, de los asiáticos o africanos pobres, o de lo que ellos consideran ahora la peor peste, los hispanos o latinos, como yo, que escapan de los países, a los que las grandes potencias, convirtieron en colonias, espacios de guerra, sobreexplotación, y codicia insaciable, mendicidad, pobreza desbocada,  enriquecimiento rápido, violencia incontrolable, extinción de especies, enormes plantaciones,  campos mineros o petroleros,  lugares de turismo y entretenimiento,  sitios de devastación de bosques y especies marinas, focos de contaminación, o basureros.

Vivo en un país donde nuestros padres primero, luego nuestros sacerdotes, después nuestros profesores, ahora nuestros políticos y medios de comunicación, nos enseñan a ser menos que nuestros opresores,  a ser cobardes, mentirosos, traidores, oportunistas, y por eso perdimos las tres cuartas partes de nuestro territorio original, un tercio de nuestros habitantes que se han convertido en emigrantes, y no paran en su plan de escape,  a diario perdemos petróleo, oro, cobre, minerales, especies animales, en el país más megadiverso del mundo,  las especies desaparecen por kilómetros cuadrados junto con bosques, fauna, y lo que es peor la dignidad.  Nos convertimos en un país botín, ya no solo de transnacionales petroleras, o mineras, sino de partidos políticos, de gobiernos, de organismos internacionales de crédito, de empleados públicos, del tendero y del taxista, del ladrón o violador del vecindario.

Hoy abastecemos de drogas, a los drogadictos del mundo, de mujeres jóvenes  y niños a los adictos al sexo y  viejos del norte del planeta, de bananas, camarón, petróleo, flores, pescado, a los que  mal nos pagan por nuestros productos, y nos venden lo de ellos, como si le vendieran a su propia gente,  que gana diez veces más cada mes.

Vivimos la humillación cuando mostramos nuestro pasaporte, la discriminación cuando decimos el nombre de nuestro país de origen,  nos avergonzamos de ser ecuatorianos,  colombianos, venezolanos, los de aquel país frustrado llamado la Gran Colombia,  o sudacas del Perú, Bolivia o Paraguay, arrastrados, espaldas mojadas de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Cuba, México,  pensamos que a nuestros familiares hay que sacarlos de ese infiernillo en que la historia, las pandemias,  los políticos , o el mal gobierno como el de Lenín Moreno, o los malos precios de los productos que exportamos, la falta de trabajo, las maras, la gran quiebra de los emprendimientos en cualquier actividad,  la violencia, los feminicidios,  la opresión y maltrato a las mujeres y niños, nos ha degradado como seres humanos, como país, como lugar en el planeta, donde  los medios de comunicación y las noticias,  nos quieren convencer cada día que somos lo peor de la especie humana, que necesitamos de la misericordia, la lastima, el mendrugo de pan o las vacunas regaladas, para sobrevivir, que nuestro territorio, nuestra madre tierra  es de lo peor para nostros y nos ocultan que este lugar es codiciado por los gringos y extranjeros.

Vivo en un país donde es prohibido ser vendedor de bananas ecuatorianas en Estados Unidos, en un drama ser vendedor ecuatoriano de flores ecuatorianas en Rusia, o vendedor de chocolate ecuatoriano en Australia, mientras las conpañìas petroleras y mineras pagan sueldos exagerados a los trabajadores australianos, canadienses, y norteamericanos en Ecuador y malos sueldos a los ecuatorianos en su propio país, es que está moralmente y culturalmente prohibido que un ecuatoriano gane y goce lo mismo que un gringo dentro o fuera de su propio país, aunque ese gringo sea un adefesio.  Donde los extranjeros si pueden vivir, ponerse negocios, ser vendedores de los que producen sus países, y que produce Ecuador,  sin el drama que un ecuatoriano tiene que pasar, para hacer lo mismo en un país de mayor desarrollo o potencia mundial.

Un país donde los dueños de las plantaciones de flores prefieren a un cliente extranjero,  y viven en carne propia la llamada Maldición de Malinche, la mujer del conquistador español que se entregó por completo al extranjero asesino de su propio pueblo, los floricultores prefieren darle buenas flores al extranjero que al  compatriota, para que pueda abrirle mercado en otro país.

Vivo las elecciones donde mentir y engañar son el mecanismo de llegar al poder.  Se trata de engatusar a un montón de habitantes de este país, para que voten por un pícaro, astuto, tramposo, un vende patria, como lo fue Lenin Moreno, para que mantenga al país bajo las botas de los soldados norteamericanos de la base se Manta y Galápagos, que alimente, equipe, entrene, les de seguridad social, jubilación, hospitales, escuelas, colegios, universidades, casinos, autos, paseos, becas, estudios internacionales, a soldados y policías que obedecen al Pentágono, la CIA, la DEA. y al embajador norteamericano, que es quien pone el ministro de defensa, el de gobierno, a la fiscal general o a los jueces de las cortes, el que controla lo que dicen y callan los medios de comunicación, los periodistas,  a que los usa como perros de caza, para perseguir a los socialistas, comunistas, o a cualquiera que lo califiquen como narco, terrorista, enemigo público, o peligro inminente.

El  primero  y más grande país narco consumidor del mundo,  quiere controlar a sus proveedores, y usa la guerra al narcotráfico para manejar todo en los países a los que califica de narcoterroristas, o narco productores.

Es lo mismo que pasó cuando Estados Unidos se convirtió en la primera potencia mundial dependiente del petróleo, entonces llevó la guerra primero a México y le robó Texas su principal productor de  derivados del petróleo hasta ahora, luego se apropió de Venezuela,  de los países productores de petróleo como los países árabes, ahora de Surinam, Brasil, Colombia y Ecuador  a los que ha hecho  de todo tipo para mantenerlos bajo su control.

Fallo en su propósito de apropiarse del principal productor de opio del mundo Afganistán, pero se ha apropiado de Colombia, Perú y ahora Ecuador los principales proveedores de cocaína del mundo, se ha convertido en el mayor productor de marihuana y tabaco, otras dos importantes drogas, es el mayor productor mundial de medicamentos adictivos, como los opiáceos, que son el mayor ingreso de su industria farmaceútica, o de la industria de la pornografía y el tráfico sexual.

El gobierno de Lenín Moreno, y la pandemia me han dejado sin trabajo como a miles de mis colegas.  Miles de trabajadores de la salud se han muerto por enfermarse del Covid, y los que tenemos bajas defensas, enfermedades previas, o más de 65 años estamos en mayor riesgo.

Pero el perder el trabajo, el encierro, la falta de dinero, nos ha hecho perder nuestra propia autoestima, sabernos inútiles,   el vivir en una sociedad y en un país, incluido dentro de los mismo Estados Unidos,  donde tu vida no vale nada para nadie, ni  para ti mismo, es lo que impulsa la ola de  drogadicción, suicidios, o produce las masacres en serie.

Pero la pandemia, la crisis económica y la explosión de la pobreza y las deudas en el mundo, de las olas migratorias, del maltrato a las mujeres, a los niños, a  los no blancos, los conflictos religiosos,  étnicos, raciales, sexuales, generacionales, ambientales, sanitarios,  nos obligan a  a pensar en un mundo nuevo, en el verdadero Nuevo Mundo, que la especie humana creyó haber encontrado cuando los europeos descubrieron América.

Un nuevo mundo donde los seres humanos dejen de se discriminados o catalogados por su raza, país de origen, religión, cultura, sexo, edad, antecedentes familiares o personales cargados de prejuicio, título universitario,  o más formas de fundar la superioridad de un ser humano sobre otro,  o sobre leyes y derechos injustos, o  sobre tener más que el otro,  o por la capacidad  apropiacion o  manipulación de lo ajeno, sea como propietario, político, o erudito,  y creerse dueño de todo lo que esté a su alcance,  desde la vida en la naturaleza, hasta la vida del vecino.

Se trata de crear el verdadero nuevo mundo donde las fronteras no son barreras, donde las diferencias entre los seres humanos son lo que nos permite reconocernos, identificarnos, sabernos únicos, y una versión diferente de la alegría, de la felicidad, del humor, de la imaginación,  del ingenio, las destrezas,  las habilidades, una nueva opción,  donde cada niño que nace vale por sí mismo, no sólo porque es la continuación, sino porque es lo nuevo y esto es igual para todo lo que signifique vida en el planeta.  Un mundo donde el profesor es un cazador y motivador de talentos, donde el sacerdote es un psicólogo, donde el vecino es un médico, donde el compañero es un abogado, donde el hijo es un inventor o deportista, donde lo importante es ser diferente y único no semejante, ni masa, u horda de fanáticos.







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