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Las tinieblas de la represión desproporcionada, condenada por las Naciones Unidas y por la Unión Europea, cubren al hermano país de Colombia. Además del dolor que todos sentimos, viene a la memoria la figura grande del líder Jorge Gaitán. Su padre tenía una pequeña librería y su madre era maestra. En 1924 se graduó de abogado. Así como ahora hay jóvenes bachilleres que van a repetir su último año de secundaria en el exterior y así obtienen un doble título, había en esa época becas para los mejores universitarios latinoamericanos que iban un año a Europa.
El joven Gaitán logró en 1927 su segundo título de abogado en Italia. En 1929 ya era diputado, catedrático de Derecho Penal y defendía a los obreros de la United Fruit. El joven liberal ganó la Alcaldía de Bogotá en 1936 y municipalizó los servicios públicos que estaban en manos privadas. En 1940 el presidente liberal nombró a Gaitán ministro de Educación. Desde ese puesto, emprendió la mayor campaña de alfabetización y estableció reformas avanzadas para su época: zapato escolar gratuito, restaurantes escolares, cine educativo ambulante y extensión cultural masiva.
Después, Gaitán volvió a la lucha política. Desde 1947 fue candidato liberal a la Presidencia para las elecciones de 1950. Pero Gaitán era muy crítico hasta con su propio partido: “La oligarquía liberal y la oligarquía conservadora explotan al pueblo conservador y al pueblo liberal”. En Colombia, y hasta en ciertos círculos de Estados Unidos, se decidió que ya era hora de acallar al “comunista”. A mediodía del 9 de abril de 1948, Jorge Gaitán fue caminando al Hotel Continental, donde había sido invitado a almorzar. Como dato curioso, en su agenda constaba para la noche: “Reunión con dirigente estudiantil cubano Fidel Castro”. Al ingresar al hotel, un policía vestido de civil le disparó varias veces. Gaitán falleció en una clínica poco después.
Pero su asesino murió antes, linchado por los lustrabotas del centro de Bogotá. Una multitud enfurecida saqueó luego las ferreterías, sacando armas y dinamita. 147 edificios del centro de Bogotá fueron dinamitados y murieron miles de personas, entre ellas 300 obreros que intentaron capturar al presidente conservador
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