Cuando el socialista Rafael Correa se convirtió en el presidente de Ecuador, frentes de la CIA inyectaron dinero a grupos indígenas y ambientalistas, mientras que la embajada de los Estados Unidos cultivaba a líderes oportunistas para socavar su base electoral. Estas fuerzas ayudaron a asegurar la victoria del banquero derechista Guillermo Lasso en 2021.
Por Benjamin Norton
Traducido por Diego Sequera
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El pueblo de Ecuador quedó impactado por la sorpresa en las elecciones presidenciales del 2021: el banquero de derecha dura Guillermo Lasso, uno de los oligarcas más adinerados y corruptos del país, que se había lanzado sin éxito en dos contiendas anteriores, alcanzó una victoria estrecha contra el izquierdista Andrés Arauz.
Arauz, un joven economista progresista que había prestado servicio como ministro del gobierno del presidente socialista Rafael Correa, quien proclamó una “revolución ciudadana” que transformó al país durante sus mandatos de 2007 a 2017.
Lo que la mayoría de los medios no verbalizaron sobre la sobre la sorpresiva victoria de Lasso, no obstante, fue que ganó solamente gracias al apoyo que recibió, de forma directa e indirecta, de los grupos ambientalistas e indigenistas que han sido cooptados por más de 15 años por el gobierno estadounidense y sus redes de poder blando.
Los líderes de estas organizaciones oportunistas de seudoizquierda se han beneficiado de los millones de dólares de financiamiento de frentes de la CIA como la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos (la USAID) y el Fondo Nacional para la Democracia (la NED). Juntos, formaron una alianza a conveniencia con Lasso contra el movimiento correista.
Algunos incluso respaldaron abiertamente al banquero multimillonario, omitiendo su corrupción bien documentada, incluyendo cuentas offshore y decenas de miles de dólares en bienes raíces en el estado de la Florida. Otros, incluyendo a líderes que se orientan a la derecha dentro de la poderosa confederación indígena ecuatoriana, la CONAIE, llamaron a sus seguidores a votar nulo el 11 de abril en vez de apoyar a Arauz.
La decisión de la CONAIE de convocar al voto nulo tal vez haya sido el factor más importante para hacer de Lasso el próximo presidente ecuatoriano. Las elecciones de 2021 vieron un aumento masivo de votos nulos motivados políticamente, con 1.1 millones más que en las elecciones anteriores, en 2017. El total del 1.76 millones de votos nulos en gran medida superaron los 420 mil que Arauz no consiguió para hacerse con la victoria.
El papel de los líderes conservadores de la CONAIE, del brazo político de la confederación, Pachakutik, y de las ONGs “verdes” desempeñaron un papel para lograr que el banquero neoliberal notoriamente corrupto fuese elegido, difícilmente puede considerarse un secreto. De hecho, Yaku Pérez, el candidato presidencial por Pachakutik se jactó de haber derrotado a Arauz inmediatamente después de las elecciones, tuiteando (todo en mayúsculas): “Pachakutik y el voto nulo entierran al correismo”.
The Grayzone documentó cómo Yaku Pérez condujo una campaña de derecha y pro-estadounidense mientras se mercadeaban como el rostro de la “nueva izquierda” en el Ecuador, adoptando un esquema de marketing modelado al estilo del Partido Demócrata de los Estados Unidos que combinaba políticas económicas neoliberales y apoyo al imperialismo junto a políticas de identidad y ambientalismo liberal.
Pérez reveló tras la primera vuelta electoral que tenía el apoyo de la embajada de los Estados Unidos. También tiene un historial de lucir sus reuniones amistosas con el embajador de Washington en el Ecuador, Michael J. Fitzpatrick.
No sorprende entonces que entre los simpatizantes de la CONAIE y Pachakutik que efectivamente votaron nulo, la gran mayoría terminara apoyando a Lasso.
Una revisión de los resultados oficiales publicados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) del país demuestra que apenas la mitad de las personas que votaron por Pérez en la primera ronda, en febrero, terminaron votando nulo en la segunda, mientras que aproximadamente el 40 por ciento de los seguidores de Pérez votaron por Lasso.
Apenas alrededor del 7 por ciento de los partidarios de Pérez terminaron votando por Arauz, según un estimado aproximado suministrado a The Grayzone por un experto electoral.
Pero en mucho de lo dicho por los opinadores sobre la sorpresiva derrota sufrida por Arauz, que prácticamente había liderizado todas las encuestas antes de la segunda vuelta, los nombres de Yaku Pérez y Pachakutik apenas fuesen mencionados. La omissión es particularmente predominante entre los analistas angloparlantes.
Eduardo Enríquez Arévalo, un académico experto en política ecuatoriana de la Universidad Andina Simón Bolívar, explicó en una entrevista a The Grayzone que “en general uno pudiera decir que Pachakutik tuvo un proceso de viraje hacia la derecha, o al menos de volverse cada vez más cercano a la derecha desde 2010”.
Pachakutik y la CONAIE también están profundamente insertados en el complejo industrial de las organizaciones sin fines de lucro. Líderes y activistas prominentes de estos grupos trabajan en ONGs bien financiadas, algunas bajo patrocinio de gobiernos extranjeros.
La deriva hacia la derecha de Pachakutik, entonces, es en parte un fenómeno orgánico, pero también ha sido fuertemente incentivado por enormes sumas de dinero que fluyen a Ecuador desde las fundaciones y gobiernos de los Estados Unidos y europeos.
La lúgubre realidad es que Pérez y Pachakutik están en el centro de un proyecto de desestabilización estadounidense que ya lleva 15 años y que es poco conocido fuera de Ecuador.
Documentos declasificados del gobierno demuestran cómo, en vísperas de la elección histórica que condujo a la victoria de Correa en 2006, Washington comenzó a acercarse a los líderes indígenas y ambientalistas transfiriendo millones de dólares para ir cultivando estos grupos como parte de una campaña para dividir a la izquierda del país.
Cables del Departamento de Estado publicados por Wikileaks claramente demuestran que la embajada estadounidense estaba reclutando dirigentes oportunistas de la CONAIE y Pachakutik para socavar a Correa y su movimiento.
Los documentos demuestran que figuras de la CONAIE y Pachakutik estaban actuando como informantes para la embajada, proveyendo inteligencia con regularidad a algún funcionario político estadounidense. Algunos líderes inclinados hacia la derecha incluso llegaron a contactar al embajador y tuvieron reuniones amistosas asegurándole a Washington su apoyo.
Frentes de la CIA como la USAID y la NED también lanzaron programas para construir y financiar una oposición anti-correista. Estas iniciativas multimillonarias se enfocaban en particular en las organizaciones ambientalistas e indígenas.
En los años 80, durante la guerra terrorista de Washington contra el gobierno sandinista de Nicaragua, la USAID trabajó de forma estrecha con la CIA, canalizando dinero para los escuadrones de la muerte de la Contra ultraderechista. La agencia también ha formado una parte integral en el financiamiento del intento de golpe en curso en Venezuela, arrimando más de cientos de millones de dólares para el gobierno paralelo y no-electo de Juan Guaidó.
Una revisión de los contratos de la USAID revela que una empresa llamada Chemonics fue su principal socio “privado” en Ecuador. Uno de los mayores receptores con fines de lucro de ayuda estadounidense, con 2.5 mil millones de patrocinio de la USAID entre 2018 y 2019 solamente, Chemonics está estrechamente vinculado a las agencias de inteligencia, y funciona como un servicio de inteligencia privado. Su adinerado fundador dijo que creó la firma para “tener mi propia CIA”.
Chemonics ha estado involucrada en una serie de operaciones estadounidenses de cambio de régimen bastante escandalosas poniendo la mira sobre gobiernos de izquierda en América Latina, apuntando a la desestabilización de los presidentes Evo Morales de Bolivia y Hugo Chávez de Venezuela.
Chemonics desempeñó un papel similar en la guerra sucia de los Estados Unidos contra Siria. El editor de The Grayzone, Max Blumenthal, documentó cómo la USAID usó a Chemonics para canalizar decenas de millones de dólares a los Cascos Blancos, un grupo de presión de cambio de régimen con colaboración cercana con los militantes salafistas-yijaidstas, incluyendo al-Qaeda, como parte de una operación de inteligencia de agencias occidentales orientada a derrocar al gobierno en Damasco.
Como el principal socio de la USAID en Ecuador, a Chemonics se le concedió un contrato de 11 millones de dólares solamente en 2013, sobrepasando sustancialmente a otras contratistas, con el propósito de financiar iniciativas de “protección ambiental”.
Cuando fueron reveladas las operaciones para el cambio de régimen de la Oficina de Iniciativas para la Transición de la USAID en Venezuela y Bolivia, el gobierno de Correa congeló relaciones con la USAID en diciembre de 2013, y luego expulsó a la agencia en 2014.
Pero la USAID renovó sus actividades en Ecuador alcanzando un punto máximo en 2018, cuando el sucesor de Correa Lenín Moreno dio un viraje pronunciado hacia la derecha y se alió con Washington.
Estos grupos ambientalistas apoyados por Washington organizaron campañas de gran calado, y por lo general violentas, para oponerse a los ambiciosos proyectos de infraestructura de Correa, que buscaban desarrollar las regiones pobres y rurales, además de integrar al país.
A nombre del “anti-extractivismo” –una palabra de moda que se ha vuelto popular entre las mismas redes artificiales de seudo-izquierda en Norteamérica– estas ONGs en Ecuador también trataron de bloquear al gobierno de orientación socialista de Correa para que emplease los abundantes recursos petroleros y minerales para financiar educación, salud, y programas sociales orientados hacia la reducción de la pobreza.
En ese tiempo, medios locales escépticos señalaron que los proyectos de “protección ambiental” conducidos por la USAID y Chemonics en el país resultaron darse en zonas donde yacen la mayoría de los recursos naturales, llevando a que los campesinos manifestaran preocupaciones sobre los motivos no velados y el involucramiento anti-democrático de los Estados Unidos.
El hecho de que varios de estos proyectos de infraestructura involucraban contactos con compañías del estado chino motivaban aún más a Washington a escamotearlos.
Correa trabajo de cerca con China durante su tiempo en el gobierno, convirtiéndose en uno de los aliados más importantes de Beijing en América Latina. La oposición anti-correista, por otro lado, es intransigentemente pro-estadounidense, y ha prometido distanciar al Ecuador de Beijing, alegando hiperbólicamente que “el discurso correísta de un país independiente se queda en la entrada de los bancos chinos”.
Mucho de esa oposición al correísmo de seudo-izquierda ambientalista e indignenista ha condenado a China de forma severa mientras que se acomodan a Washington. Yaku Pérez, el candidato de Pachakutik, forjó su nombre oponiéndose a los proyectos de desarrollo chinos en Ecuador, y ha sido promovido ávidamente por una fundación británica dedicada al monitoreo de actividades de Beijing en América Latina. Al mismo tiempo, Pérez insistió en que “no lo pensará dos veces” el firmar un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.
Complementando decenas de millones de dólares que la USAID gastó en Ecuador para ayudar a construir a esta oposición de seudo-izquierda han sido las subvenciones de la NED, otro frente de la CIA.
La NED financió a varios de los principales políticos anti-correistas, mientras se enfocaba especialmente grupos indígenas, ambientalistas y de mujeres, junto a medios de oposición.
Un ejemplo primordial de organización de probeta, apoyada por Estados Unidos, en Ecuador es la Fundación Pachamama. Con la ayuda de subvenciones anuales de la NED que se remontan a años, la fundación ha atacado implacablemente a Correa, tildándolo de “extractivista” autoritario, mientras que promueve constantemente a Yaku Pérez como un noble defensor del medio ambiente.
Dado su rol como un grupo de oposición financiado por Estados Unidos con la orientación de desestabilizar a su gobierno electo, Correa clausuró a la Fundación Pachamama en 2013. Pero el presidente Lenín Moreno la re-abrió en 2017, el año en el que abiertamente traicionó a su antiguo aliado y comenzó a reprimir agresivamente al movimiento de Correa.
El Instituto Nacional Demócrata (NDI, por sus siglas en inglés), que está financiado por la NED y está holgadamente vinculado al Partido Demócrata, también fue un apoyo activo de la oposición anti-correísta. Tenía su propio sitio web enfocado en Ecuador, jactándose de las actividades del instituto en el país (esta página fue posteriormente removida).
Líderes del partido Pachakutik fueron directamente entrenados por el NDI, junto a otros grupos de derecha de América Latina, incluyendo a Primero Justicia de Venezuela y el mexicano Partido de Acción Nacional (PAN).
El NDI también publicó varias guías prácticos extensos para la oposición ecuatoriana, que los ayudaban a cabildear contra las reformas de Correa y buscaban replicar el sistema político estadounidense en su país.
La estrategia de Washington de reclutar líderes indígenas para oponerse al correísmo hace eco de una operación conducida por la CIA en Nicaragua en los años 80, en la que la agencia de espionaje cultivó a líderes descontentos de la comunidad del pueblo Miskito para desestabilizar al gobierno sandinista.
De forma similar, el gobierno de extrema derecha del presidente brasileño Jair Bolsonaro ganó el apoyo de comunidades indígenas que viven en la frontera con Venezuela y los usó para ayudar a lanzar ataques contra soldados venezolanos. En México, mientras tanto, el gobierno de los Estados Unidos financió a ONGs ambientalistas e indígenas para oponerse a los proyectos de infraestructura del presidente AMLO, tales como el Tren Maya, que busca desarrollar a las empobrecidas regiones del sur del país.
Esto no quiere decir que los gobiernos de izquierda de Ecuador, Nicaragua, Venezuela o México tengan perfectas relaciones con los pueblos indígenas, o que estas comunidades no tengan a veces malestares justificables. Pero Washington y sus aliados de derecha, incluyendo a racistas confesos como Bolsonaro, no hayan demostrado la voluntad de explotar y confundir a las comunidades indígenas para promover sus intereses geopolíticos.
Cuando Washington se embarcó en su estrategia para usar a los pueblos indígenas para provocar usar como cuña contra Correa, fue de hecho trabajando activamente contra los derechos de los pueblos nativos a nivel internacional. Un cable desclasificado del Departamento de Estado publicado por Wikileaks demuestra que el embajador estadounidense en Ecuador condeno e hizo lobby contra la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, alegando que era “fundamentalmente defectuosa”. (Por su parte, el gobierno de Correa respaldó la declaración de la ONU).
Para los burócratas imperiales asignados para América del Sur, y dedicados a hacer retroceder la ola del cambio de época, instrumentalizar como arma a las minorías identitarias contra los movimientos populares se ha convertido prácticamente en un hábito.
Las mismas tácticas fueron perfeccionadas en casa. El Partido Demócrata y dirigentes neoliberales como Hillary Clinton han dominado el arte de usar acusaciones de racismo y sexismo sin sustanciar para socavar a figuras socialdemócratas como Bernie Sanders, mientras que el Partido Republicano ha usado dinero corporativo para cultivar un puñado de voces latinas y negras, promoviéndolas para alterar las coaliciones de derechos civiles y promover políticas regresivas. (Un particular y notorio ejemplo de esta táctica, el Juez de la Corte Suprema Clarence Thomas fue discípulo de Jay Parker, un ex lobista registrado para el bantustán de Transkei de la Suráfrica del apartheid).
La CIA en sí misma ha adoptado esta estrategia de forma abierta, promoviendo el feminismo “interseccional” y la retórica liberal antirracista y LGBTQ en sus anuncios de alistamiento.
Es una táctica imperial de vieja data: divide y conquista. Y Estados Unidos la ha perfeccionado en América latina: una de las regiones más pobres del mundo, donde muchos millones de dólares que Washington arroja a su alrededor para promover sus intereses también son de larga data.
En abril de 2021, el programa del gobierno estadounidense que ya lleva 15 años finalmente cosechó su primer éxito de importancia con la elección de Guillermo Lasso, un miembro de la secta católica extremista del Opus Dei, cuyas políticas neoliberales son el legado de los Chicago Boys (apoyados por la CIA) que sembraron el caos en la economía chilena durante la férrea dictadura del general Augusto Pinochet.
Una mirada a cómo la oposición anti-correísta dividió exitosamente a la izquierda es bastante instructiva, porque estas tácticas han sido refinadas y exportadas en las operaciones de Washington a lo largo y ancho de América Latina y en todo el planeta.
Cómo el banquero Lasso ganó las elecciones de 2021
Mucho del análisis que se hace sobre la sorpresiva derrota electoral de Andrés Arauz se enfocó en el hecho de que los medios estaban uniformemente en su contra, y que constantemente difundieron mentiras sobre el correísmo; o que el multimillonario Lasso tenía enormes fondos de reserva que superaron a su oponente.
Ambos puntos son correctos, y estos factores fueron importantes; pero, por sí solos, no son suficientes para explicar los resultados electorales. En el curso de varias campañas exitosas para la presidencia, Rafael Correa enfrentó los mismos obstáculos.
De hecho, algunas de las noticias fake que se emplearon para difamar a Arauz apenas eran versiones levemente modificadas de los ataques contra Correa. Los medios de la derecha, por ejemplo, simplemente sustituyeron el nombre del grupo guerrillero FARC con el del ELN para general un escándalo postizo basado en la mentira de que supuestamente el grupo guerrillero colombiano había financiado la campaña del ecuatoriano. Pero Correa siempre ha tenido una base de apoyo suficiente para superar estos obstáculos.
Luego está el hecho de que el actual presidente, Lenín Moreno, había sido el vicepresidente de Correa, y que originalmente le había declarado su lealtad a la Revolución Ciudadana durante la campaña del 2017, antes de dar el giro político de 180 grados. Moreno se alió con la oligarquía y con Lasso, sometiendo de forma humillante al país a los Estados Unidos, y se retiró de todas las instituciones regionales como la alianza económica del ALBA y la unión política UNASUR, mientras que implementaba reformas económicas neoliberales, ignorando la corrupción a gran escala.
Las asociaciones del pasado que el profundamente impopular Moreno tenía con Correa en efecto sí produjeron rechazo de algunos electores en con Arauz. Pero esta asociación no puede sobrestimarse, porque durante todo su periodo, Moreno ha perseguido de forma abierta a Correa y su movimiento, exiliando y llevando a la cárcel a políticos y activistas que apoyaban a la Revolución Ciudadana, claramente volcando todo su peso en Lasso y otras fuerzas conservadoras.
Al final del mandato de Moreno, su alianza con Lasso era tan evidente que los correístas hacían campaña con el lema “Lasso es Moreno”.
Algunos activistas progresistas que hablaron con The Grayzone de forma privada también concedieron que Arauz, un joven tecnócrata altamente preparado de voz suave que condujo una campaña relativamente moderada y de centro-izquierda era denotado como un candidato débil. Por contraste, el populismo agitador de Correa que se había apoyado en la rabia popular contra la oligarquía parasitaria del país y estaba dispuesto a desafiar de frente al imperio estadounidense.
Todas estas variables contribuyeron a la derrota de Arauz. Pero el factor más importante provino en la forma del llamado al voto nulo “ideológico”, dividiendo a la izquierda y dándole a Lasso suficiente espacio electoral para ponerse adelante.
Según los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE) ecuatoriano, Arauz obtuvo 4.236.515 votos en contraste con los 4.656.426 de Lasso: una diferencia de apenas 419.911 votos.
Pero existió un importante tercer grupo que terminó virando la elección a favor de Lasso: quienes votaron nulo. Según los resultados oficiales del CNE, estos fueron 1.761.433 votos nulos, llegando a constituir un sorprendente 16.3% en total.
Un enorme aumento del 10% de los votos nulos en comparación con la elección previa. Las estadísticas del CNE de elecciones anteriores en el país demuestran niveles notablemente inferiores de este tipo de voto.
En la elección del 2009, apenas se emitieron 496.687, llegando a ser un 6.3% del total. En 2014, fueron 684.027, o el 7.2% del total. Y en 2017 fueron 670.731, el 6.3%.
En Ecuador votar es legalmente obligatorio, y la participación de 2021 obtuvo una media de 83% de participación, la misma cifra para 2017 y 82% en 2013.
Existen razones para dudar sobre la exactitud de los resultados del CNE, dada la clara politización del consejo bajo el gobierno corrupto de Moreno, que le declaró una guerra abierta al movimiento correísta y compuso al organismo exclusivamente con figuras de oposición del Pachakutik y CREO el partido de Lasso.
La Unión por la Esperanza (UNES), el partido de izquierda de Arauz, dicen que detectaron irregularidades en 5.000 actas, un problema significativo dado que un acta promedio, en Ecuador, incluye alrededor de 270 votos. Sin embargo, varios técnicos expertos en la materia le dijeron a The Grayzone que, a pesar de que en efecto existieron irregularidades, no eran lo suficientemente sustanciales como para modificar el resultado electoral.
La diferencia más resaltante en 2021 simplemente fue el gigantesco aumento del voto nulo. ¿Y a qué se debió este aumento exponencial? A Pachakutik, el brazo político de la CONAIE, y a su candidato Yaku Pérez, que llamó a sus electores a votar nulo.
El viraje hacia la derecha del partido indigenista Pachakutik
La CONAIE no representa a todas las comunidades indígenas del Ecuador, aunque se trate de la más grande e influyente de todas las organizaciones. Los dirigentes indígenas del país están divididos, y los políticos nativos, dentro y fuera de la CONAIE, pueden encontrarse a lo largo de todo el espectro político.
Algunos líderes, como el candidato de la Revolución Ciudadana a la Asamblea Nacional Ricardo Ulcuango, ex vicepresidente de la CONAIE, y son partidarios activos del movimiento correísta. Pero varios políticos prominentes de la CONAIE y de Pachakutik tienen un historial de formar alianzas oportunistas con las élites conservadoras del país, y con los Estados Unidos, en especial desde que Correa llegó al poder.
En 2017, Yaku Pérez del Pachakutik apoyó abiertamente a Guillermo Lasso para las elecciones presidenciales. Apenas días antes del voto, en febrero de 2021, Lasso devolvió el favor declarando que, de ganar Pérez en la primera vuelta, el banquero llamaría a sus electores a votar por él.
Ese mismo año, una pequeña organización ambientalista llamada Yasunidos se reunió con Lasso y firmaron un acuerdo para apoyar al banquero. Yasunidos, cuyas protestas contra Correa fueron promovidas con fuerza por la prensa occidental, luego apoyaron con fuerza a Pérez en las elecciones de 2021.
De ninguna manera Pérez era el único dirigente indígena de derecha que apoyó a Lasso. En las elecciones de 2017, Fanny Campos, ex coordinadora de Pachakutik, no sólo apoyó a Lasso sino que se incorporó a su campaña.
El político de Pachakutik Salvador Quishpe también respaldó públicamente al banquero. Y reveló que en 2016 el partido indigenista discutió un potencial lanzamiento de su lidereza Lourdes Tibán como candidata a la vicepresidencia de Lasso.
En 2021, Pérez, Pachakutik y la CONAIE decidieron ayudar de forma indirecta a Lasso llamando a votar nulo en protesta contra el correísmo. Esta decisión, que condujo a la derrota de Arauz, también creó conflictos dentro de la confederación indígena.
El para entonces presidente de la CONAIE, Jaime Vargas –que representó a la facción de la izquierda que dirigió las enormes protestas contra las reformas económicas de Moreno exigidas por el FMI en 2019– rompió con su propia organización y apoyó a Arauz en abril.
Días después de dicho respaldo, Pachakutik expulsó a Vargas por el atrevimiento de apoyar al candidato correísta. A continuación, la CONAIE lo condenó, anunciando que sancionaría a Vargas, y lo destituyeron su puesto como presidente de la confederación. Vargas respondió criticando a Pachakutik por actuar contra los intereses de las comunidades indígenas del Ecuador, acusándolos de colaborar con la derecha.
Mientras tanto, la compañera de fórmula de Pérez, Virna Cedeño, la candidata oficial a la vicepresidencia de Pachakutik, apoyó públicamente a Lasso. Replicando la retórica conservadora, alegó que el banquero ayudaría a librar al Ecuador de las garras del “fallido y engañoso socialismo del siglo XXI”, una referencia al modelo económico creado por Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador. (Para cuidar las apariencias, Pachakutik decidió expulsar también a Cedeño).
The Grayzone documentó cómo Yaku Pérez personalmente llevó adelante una serie de políticas reaccionarias y de derecha, mientras que engañosamente declaraba su fidelidad a la izquierda. Apoyó el golpe violento (con apoyo estadounidense) en Bolivia en 2019, que derrocó al primer presidente indígena alguna vez electo en el país, Evo Morales, así como el golpe suave contra el gobierno del Partido de los Trabajadores en 2016. Pérez también respaldó los intentos de putsch en Venezuela y Nicaragua.
Su apoyo a golpes y su alineación con los intereses de los Estados Unidos en el continente llevaron a Rafael Correa y otros dirigentes del movimiento a apodarlo “Yanqui Pérez”.
Durante su primera campaña presidencial, Pérez demonizó a las masas empobrecidas del país, oponiéndose a la propuesta de Andrés Arauz de darle cheques de mil dólares a las familias de clase trabajadora diciendo que lo gastarían todo en cerveza en un solo día. Al mismo tiempo, Pérez dijo que felizmente firmaría un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, diciéndole a un periodista que “no lo pensaría dos veces”.
Mientras que Pérez se apoyaba en políticas de derecha, su campaña instrumentalizó los temas de identidad, ambientalismo, género y sexualidad para atacar al movimiento correísta (y difamar la cobertura de The Grayzone).
La candidatura de Pérez fue amplificada pesadamente por los medios corporativos occidentales y los grupos de presión tipo Sociedad de las Américas / Consejo de las Américas (AS/COA, por sus siglas en inglés), que recibe financiamiento de las corporaciones occidentales, incluyendo un quién es quién de la industria de la extracción.
Pérez rápidamente se convirtió en un personaje preferido de CNN en Español, donde difundió acusaciones sin fundamentos sobre el “fraude” luego de perder por margen estrecho en la primera ronda de la elección presidencial. Y en una entrevista amistosa en el mismo canal, luego de la victoria electoral de Lasso el 11 de abril, Pérez alegó de forma absurda que el ex presidente Correa y su movimiento representan a “la nueva derecha”.
El sociólogo Eduardo Enríquez Arévalo habló con The Grayzone sobre el viraje en la orientación política de la CONAIE y Pachakutik.
“Pachakutik nació como el instrumento electoral de la CONAIE a mediados de los 90, pero en los 2010 cada vez fue más autónomo de la confederación, algo que se hace visible con la crítica de la CONAIE a la proximidad Pachakutk ha tenido con lazo y la derecha en los años recientes”, explicó.
En la década del 2010, mientras Correa consolidaba su base de apoyo en el país y expandía su actividad minera para financiar programas sociales populares, Pachakutik comenzó a aliarse de forma pública con la derecha. En 2014, en las elecciones municipales en Quito, el candidato de Pachakutik, Milton Castillo, abiertamente respaldó al conservador Mauricio Rodas, llamando a los simpatizantes indigenas a votar por la derecha para derrotar al candidato correísta, Augusto Barrera.
Gracias, en parte, al respaldo del candidato de Pachakutik, Rodas ganó las elecciones y comenzó a usar a Quito para debilitar al presidente Correa. El liderazgo de la CONAIE respondió criticando públicamente a Castillo.
“Ese giro hacia la derecha pudiera entenderse como una aclaratoria de las diferencias ideológicas de las distintas clases dentro de las comunidades indígenas en Ecuador”, dijo Enríquez, “pero también como un conflicto generacional entre los líderes más jóvenes como Leonidas Iza y Jaime Vargas, que mantienen una perspectiva más a la izquierda, o al menos más radical en sus formas de lucha, cuando se les compara con el viejo liderazgo de quienes están mas cerca de las élites políticas del país, como los miembros a la Asamblea Salvador Quishpe y Lourdes Tibán, quienes demuestran una voluntad clara para colaborar con la derecha”.
“En 2019, Pachakutik no sólo se encontró apoyando al gobierno de Moreno sino también dando un viraje al conservadurismo social, cuando se opuso a la despenalización del aborto en casos de violación, cuando todo bloque legislativo mayoritario de la Revolución Ciudadana lo apoyó”, señaló el académico.
La CONAIE volvió a censurar a Pachakutik, su propio brazo político, por este voto contra la descriminalización del aborto en casos de violación.
En octubre de 2019, el gobierno de Moreno intentó imponer una serie de reformas económicas neoliberales exigidas por el FMI. La facción de izquierda de la CONAIE ayudó a organizar las protestas en contra de las medidas.
Luego de diez días de manifestaciones, la CONAIE se reunió con Moreno llegando un acuerdo para finalizar las protestas. La disposición de la confederación para negociar con el gobierno del presidente notoriamente corrupto trajo críticas sostenidas desde la izquierda ecuatoriana, dado que la dirección de la CONAIE en varias ocasiones se ha negado a negociar con Correa cuando era presidente.
Las protestas de 2019 fueron liderizadas por Jaime Vargas, el ex presidente de la CONAIE que luego fue expulsado de Pachakutik por su apoyo a Arauz, como también Leonidas Iza. Dado su papel en la rebelión popular, Iza posteriormente buscó la nominación para ser el candidato presidencial en las elecciones de 2021 por Pachakutik, pero el partido lo rechazó eligiendo en su lugar a Yaku Pérez.
De forma notoria, Pérez no fue uno de los líderes que encabezó las protestas anti-neoliberales. De hecho, apenas semanas después de que terminaron, rápidamente se reconcilió con el régimen de Moreno, dando una rueda de prensa con uno de sus ministros. Era una clara señal a Moreno de que estaba dispuesto a seguir el juego.
En la elección de 2021, Pérez lanzó su campaña de línea dura anti-correísta, difundiendo mentiras y difamaciones contra Correa y Arauz. Pérez incitó en contra de los inmigrantes venezolanos, acusándolos de promover el caos en el Ecuador, incluso haciéndose eco de la propaganda donde falsamente se acusaba a Arauz de haber sido financiado por la guerrilla colombiana del ELN.
Iza, de la facción de la izquierda de la CONAIE, estaba tan perturbado con la campaña reaccionaria de Pérez que públicamente alertó que el candidato de Pachakutik colaboraba con la derecha, revelando que miembros de CREO, el partido de Lasso, formaban parte del círculo cerrado de Pérez.
Pérez nunca estuvo cerca de alcanzar la victoria; se las arregló para poder ganar apenas un 19% del voto en la primera vuelta de las presidenciales. Cuando quedó claro que había perdido, desesperadamente hizo un llamado al ejército ecuatoriano para que interviniera en las elecciones, y a que el gobierno de Moreno anulara los resultados de la primera vuelta y que juzgara a Arauz por el supuesto dinero que le dio el ELN.
A pesar de en definitiva perder las elecciones, Pérez se las arregló para cumplir su segundo objetivo, logrando que muchos de los líderes de Pachakutik y la CONAIE proclives a la derecha –y sus aliados en Washington– no lograron hacer en elecciones anteriores: confundir a los ecuatorianos de mentalidad progresista y dividir el voto de la izquierda con el llamando a votar nulo, por lo tanto dándole la victoria a Guillermo Lasso.
El sabotaje del resurgimiento por izquierda en Ecuador representó la culminación de una operación de varios años concebida desde Washington.
La embajada estadounidense cultiva a los líderes indígenas anti-Correa
Cables clasificados del Departamento de Estado publicados por Wikileaks ofrecen una muestra de ejemplos de Washington cultivando a líderes oportunistas tanto indígenas como ambientalistas para debilitar a la izquierda ecuatoriana, remontándose a la víspera de la primera victoria electoral de Correa.
Cuando Wikileaks por primera vez reveló estos documentos, TeleSur en español cubrió la colaboración de los líderes indígenas con la embajada de los Estados Unidos, pero fue prácticamente ignorado en su totalidad en los medios en ingles.
Varios cables de la embajada de 2005 y 2006 sobre protestas liderizadas por indígenas revelan que muchos líderes de la CONAIE y Pachakutik tenían contacto frecuente y participaban en reuniones con los funcionarios políticos de la embajada, a menudo proveyéndole a Washington con información valiosa.
Uno de los cables identificaba a la diplomática Vanessa Schulz como funcionaria política (referida en los documentos con la abreviatura PolOff) que estaba comunicándose con informantes indígenas.
En ese momento, la principal prioridad de Washington era la aprobación de un acuerdo de libre comercio con Ecuador y otros países de América Latina.
Un cable de la embajada de 2005 señalaba que “la mayoría de los grupos indígenas permanecen escépticos sobre el Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos y críticos con el Plan Colombia, pero abiertos al diálogo con nosotros”.
El documento revelaba que “la CONAIE le pidió al gobierno de los Estados Unidos (bajo la abreviatura USG) que interviniera con el presidente (ecuatoriano) para hacer que representantes de la CONAIE volvieran a estas instituciones del gobierno”.
“El nuevo liderazgo de la CONAIE parecía dispuesto a dialogar con la embajada, mientras conservaban su distancia de ciertas prioridades del USG”, decía el cable.
La embajada identificó a los líderes indígenas “más moderados” que pudieran estar potencialmente interesados en el acuerdo de libre comercio, como el vicepresidente de la CONAI Santiago de la Cruz, que reveló que “parecía ansioso por involucrase en un dialogo con nosotros” y “dijo que creía que Estados Unidos ‘no era tan malo’”.
En agosto de 2006, a apenas semanas de la elección histórica de Correa, un dirigente de la confederación invitó al embajador estadounidense a su ciudad para una reunión amistosa.
Otro cable del Departamento de Estado reportó positivamente sobre la reunión con Auki Tituaña, alcalde de la ciudad de Cotacachi. Usando un lenguaje condescendiente, la embajada se refirió a el como “un contrapeso dentro de la principal organización nacional indígena frente al liderazgo de la CONAIE cada vez más de izquierda y de insularidad globofóbica”, agregando que Tituaña había solicitado la reunion con el embajador para demostrar “una apertura pragmática para colaborar con diversas fuerzas para promover el desarrollo del pueblo”.
“Durante la reunión, que duró una hora, Tituaña claramente buscó poner al embajador a gusto, evidenciando pragmatismo”, continuaba el cable. “No criticó al USG y, en cierto punto, nos dijo en privado que el principal problema era que el tratado de libre comercio en Ecuador era simplemente falta de información”.
Tituaña dejó claro al gobierno estadounidense que se oponía a Correa. La embajada recontó, “Tituaña nos dijo que había descartado una alianza por miedo al estilo polémico y divisivo de Correa”.
El cable reconoció que habían divisiones políticas importantes dentro de la comunidad indígena ecuatoriana. Alabó a Tituaña, manifestando que “dio señales de una apertura política inusual, citando su amistad personal con el alcalde del PSC de Guayaquil, Jaime Nebot”, haciendo referencia a un político poderoso de la derecha ecuatoriana.
La cercanía de Tituaña con la derecha se hizo innegable en 2012, cuando el dirigente anunció que se lanzaría como vicepresidente de Guillermo Lasso en las elecciones del año siguiente. La CONAIE respondió expulsándolo.
When Correa took power in 2007, the US embassy cables show that the State Department was supporting not only his right-wing opponents, but also the so-called “left opposition,” and even had regular contacts inside Ecuador’s police.
Cuando Correa asumió el poder en 2007, los cables de la embajada norteamericana demuestran que el Departamento de Estado estaba apoyando no sólo a los opositores de la derecha, sino también a la llamada “oposición de izquierda”, e incluso tuvo contactos frecuentes dentro de la policía.
Varios cables revelan que un representante del Centro para la Solidaridad de la central sindical estadounidense AFL-CIO, financiada por la NED, Patricio Contreras, era un “contacto de la embajada”: un informante del gobierno de los Estados Unidos, suministrando información constante sobre Ecuador.
Un cable de 2009 reportando sobre las protestas indígenas contra el gobierno de Correa demostraba que la embajada todavía estaba en comunicaciones frecuentes con líderes nativos, revelando que el director nacional de la Federación Evangélica de Naciones Indígenas del Ecuador (FEINE) le estaba dando información a un funcionario político de Washington. ”
Otro cable de la embajada de 2009 monitoreando a la oposición indígena a Correa señalaba que el presidente “llamó a los líderes ‘derechistas’ con ‘ponchos de oro’”.
Reportando sobre las manifestaciones de la CONAIE contra Correa en 2009, la embajada escribió: “Los manifestantes indígenas, al parecer armados con lanzas y escopetas, supuestamente abrieron fuego contra la policía, hiriendo a 40 y matando a uno, un profesor shuar [pueblo indigena amazónico] llamado Bosco Wisuma. El asesinato de Bosco Wisuma, aunque reportado como un incidente de ‘fuego amistoso’, galvanizó a los partidarios de la CONAIE”.
La muerte de 2009 del simpatizante ha sido usado por los medios internacionales para condenar a Correa, difamándolo como anti-indígena y autoritario, pero los documentos internos demuestran que Washington estaba bastante al tanto de que había sido asesinado por miembros de su propia comunidad en protestas violentas.
Tal vez la señal más clara de la embajada reconociendo el poder de la oposición de seudo izquierda a Correa es un cable clasificado del 2009 firmado por el Encargado de Negocios Andrew Chritton. Titulado “Correa y los movimientos sociales: ¿ataques desde la izquierda?”, el documento señalaba: “El presidente Rafael Correa ahora enfrenta una oposición fuerte pero fragmentada desde grupos de izquierda que formaron parte de su base política. En los últimos meses, el gobierno ecuatoriano ha enfrentado a docentes en huelga, estudiantes y grupos indígenas”.
El cable recordaba que Correa acusó a varias de estas personas presumiblemente de los grupos de oposición de izquierda de “hacer el trabajo de la derecha y los imperialistas”.
“Resulta irónico que Correa, un autodeclarado ‘socialista del siglo XXI’, esté enfrentando a su oposición más activa a la izquierda del espectro político, mientras tanto los acusa de ser presas de la manipulación de los ‘derechistas’”, señalaba alegre la embajada.
El cable reconocía que “rumores en la comunidad indígena sugieren que los intereses corporativos en Guayaquil, o los perdedores de las elecciones presidenciales, financiaron las protestas más violentas durante la huelga indígena de septiembre”.
En un reconocimiento franco, sin embargo, el Encargado de Negocios de la embajada concedió que “muchas de estas organizaciones no tienen mucho apoyo de la población general”.
La “CIA privada” y contratistas importantes de la USAID cultivan grupos ambientalistas anti-Correa
Algunos de los grupos ambientalistas e indígenas dentro de la oposición a Rafael Correa y su Revolución Ciudadana fueron financiados por la NED, un frente de inteligencia creado por la CIA de la administración Reagan en los 80.
Mientras que las subvenciones públicamente disponibles de la base de datos de la NED demuestran cientos de miles de dólares distribuidos en programas a estos grupos de forma individual, las sumas más sustanciales para Ecuador fluyeron de la USAID.
En 2006, en los últimos meses del gobierno neoliberal, las principales actividades en el país consistían en operaciones anti-drogas ostensible, con iniciativas “anti-narcóticos” conformando la mayoría del presupuesto.
Las estadísticas oficiales de la USAID demuestran que sus principales socios fueron el Pentágono, el Departamento de Estado y el gobierno ecuatoriano, respectivamente. La contratista Chemonics tenía una suma comparativamente menor con un contrato de 1.2 millones como parte del “Programa de Apoyo Ambiental” de la agencia.
Pero para 2009, Correa estaba desafiando públicamente al imperialismo estadounidense, colaborando con otros líderes de izquierda en América Latina, en particular con el presidente venezolano Hugo Chávez, y haciendo del Ecuador un miembro de la alianza comercial del ALBA. Así que las prioridades de la USAID viraron rápidamente.
La firma for-profit Chemonices se convirtió en el principal receptor de contratos de la USAID, reuniendo hasta 5.4 millones de dólares en 2009 para trabajar en “Costas y bosques sostenibles”, repentinamente uno de los principales programas de la USAID en la nación. Ahora, Washington se ha comprometido a financiar a la oposición ambientalista a Correa.
A pesar de haber sido arruinado por una serie de escándalos, incluyendo acusaciones de corrupción y racismo, Chemonics era el socio ideal para tercerizar operaciones grises y asegurar negación plausible a la interferencia extranjera.
En efecto, Chemonics ha actuado por mucho tiempo como un conducto de la inteligencia estadounidense, con su fundador explicándole al New York Times que había creado la firma para poder tener “mi propia CIA”.
Cuando Washington y sus aliados lanzaron su guerra sucia contra Siria en 2011, Chemonics fue empleada para canalizar decenas de millones de dólares para los Cascos Blancos, una iniciativa de falsamente humanitaria que funcionó como propaganda auxiliar para las bandas yijadistas que Estados Unidos había armado y entrenado para desestabilizar al país.
Para 2013, la USAID estaba inundando de su presupuesto para Ecuador para iniciativas ambientalistas anti-Correa. “Mitigación y adaptación al cambio climático” y “Costas y bosques sustentables” eran las principales actividades de la USAID, y “Protección ambiental general” el sector más grande, con 16 millones de dólares al año.
Chemonics fue el principal socio de la USAID en el país, con 11 millones de dólares en 2013 solamente (significativamente mayor que el segundo receptor, la Sociedad de Asistencia de la Inmigración Hebrea, con apenas 4 millones al año).
2013 se convirtió en un año muy controversial para la agencia. El presidente socialista de Bolivia, Evo Morales, un aliado cercano a Correa, expulsó a la USAID de su país, condenándola por apoyar a los grupos de oposición y desestabilizar a su gobierno democráticamente electo.
Como con Ecuador, Chemonics había sido uno de los principales socios de la USAID en Bolivia, con un contrato para “construcción democrática” en el país de 10.5 millones de dólares.
El programa de “Fortalecimiento de instituciones democráticas” que la USAID condujo en Bolivia resultó compartir el mismo nombre del esquema de cambio de régimen que apuntó contra el gobierno socialista del presidente Hugo Chávez en Venezuela.
Ese año, Wikileaks publicó un cable de la embajada explosivo de 2006 que reveló que la la Oficina de Iniciativas para la Transición (OTI, por sus siglas en inglés) tenía una “estrategia de cinco puntos” para el cambio de régimen en Venezuela: “1) Fortalecer las instituciones democráticas, 2) Penetrar la base política de Chávez, 3) Dividir al chavismo, 4) Proteger los negocios vitales de los Estados Unidos y 5) Aislar internacionalmente a Chávez”.
Morales y Correa comprendieron que este plan de la USAID-OTI era un plano para el cambio de régimen, y que Washington estaba usando las mismas tácticas en su contra.
Por esos mismos días en Ecuador, medios locales habían comenzado a hacerse preguntas sobre la USAID y Chemonics. Un reportaje de 2012 en el diario El Telégrafo titulado “Campesinos detectaron ‘objetivos’ de ONG financiada por la USAID” señalaba que el programa de “Bosques y costas sostenibles” de Chemonics se establecía en las provincias de Esmeraldas, Guayas y Manabí.
“El proyecto ejercería una supuesta injerencia política porque su campo de acción está en las áreas más ricas en minerales y recursos naturales”, escribió el diario. “Lo mismo ocurriría en otros países de América Latina, cuando la región intenta asumir soberanamente la gestión económica y científica de esos recursos”.
Un funcionario de la administración de Correa, Gabriela Rosero, le dijo a El Telégrafo que “nos dimos cuenta que quienes están implementando este proyecto ni siquiera tienen representación jurídica en Ecuador, sino que están en otro país o están a control remoto desde donde vienen los recursos”.
Estos proyectos “nos están generando dudas”, dijo la funcionaria del gobierno.
La cobertura de la USAID había sido descubierta. En diciembre de 2013, el gobierno de Correa congeló su cooperación con la agencia estadounidense.
En 2014, la USAID anunció que se iba de Ecuador. La reacción de Washington fue muda, pero quedaba claro que Correa había forzado a la agencia a irse del país. Su gobierno simultáneamente expulsó al agregado militar de la embajada y también a su grupo anti-narcóticos.
“No aceptaremos ser colonia de nadie”, proclamó Correa en ese momento, agregando que su país no necesitaba la asistencia de la USAID.
Para los últimos años de Correa en el gobierno, en 2017, el financiamiento de la USAID estaba en su punto más bajo, con 18 millones de dólares. Pero luego, al año siguiente, algo había cambiado dramáticamente: el gobierno de Moreno se le volteó a sus electores, se volcó a favor de la oligarquía y Washington, y le declaró la guerra al correísmo.
Moreno invitó a la USAID a volver al país, y Washington devolvió el favor al ayudar a pagar el régimen conservador que estaba construyendo. Los contratos de la agencia de repente ascendieron en 2018 a más del 440%, de 18 a 80 millones de dólares. Moreno había sido recompensando por su comportamiento camaleónico.
El aumento drástico reflejó cómo la USAID no funciona como una agencia de asistencia tradicional, sino como un brazo de poder blando semi-encubierto del imperio estadounidense.
Las enormes sumas de dinero que la embajada le entregó a los grupos de oposición en Ecuador, junto a los cables de la embajada desclasificados y publicados por Wikileaks –en incluso las palabras de los propios líderes de la CONAIE y Pachakutik– dibujan un claro retrato de cómo Washington ha dividido sistemáticamente a la izquierda ecuatoriana.
La política ecuatoriana hoy en día siguen estando profundamente polarizada entre correístas y anti-correístsa, tanto como las políticas de Venezuela lo están entre chavistas y anti-chavistas, y en Nicaragua entre sandinistas y anti-sandinistas.
La Revolución Ciudadana se construyó a partir de una base de masas en comunidades pobres y de clase obrera, mientras que otras fuerzas políticas han sido incapaces de erosionar sustancialmente sus bases.
En vez de desafiar el núcleo popular del correísmo, grupos más pequeños se las han arreglado para reducirlo los márgenes, volviendo objetivo a la clase media y la juventud educada, quienes están más susceptibles a la política liberal centrada en la identidad.
Con millones de dólares en subvenciones y control sobre la narrativa de los medios, el gobierno estadounidense ha ayudado a crear desde laboratorio una seudo izquierda que ha abandonado la política de la clase obrera y el antiimperialismo mientras explota asuntos de raza, género y ambientales para dividir a las fuerzas progresistas del Ecuador y debilitar al correísmo.
En abril de 2021, mientras estos pequeños contingentes lograron volcar las elecciones presidenciales a favor de un banquero de derecha, el juego prolongado de Washington finalmente dio resultados.
Y es sólo un asunto de tiempo antes de que esta estrategia de divide e impera se repita en otro país latinoamericano con un gobierno de izquierda.
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