Elecciones en México: por qué la oposición a AMLO es "casi invisible" (y cómo ello le puede ayudar a consolidar su poder)
- Marcos González Díaz
- Corresponsal de BBC News Mundo en México
La celebración este domingo de elecciones intermedias en México supone el gran test, tres años después de su aplastante victoria frente a los partidos tradicionales, para la formación de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Y aunque el grupo que está en el poder siempre suele ver tradicionalmente reducida su representación en estos comicios, las previsiones auguran que Morena mantendría esta vez su amplia mayoría.
Según el agregador de encuestas Oraculus, el partido oficialista obtendría el 41% de votos para la Cámara de Diputados. Es más del doble que lo que lograría la siguiente formación más apoyada en estas elecciones en las que también se elegirán gobernadores de 15 estados y casi 20.000 cargos locales.
Desde su cuestionada estrategia ante el covid-19 a su reciente reacción tras el accidente de metro en Ciudad de México, son muchas las críticas que ha recibido el presidente mexicano en la primera mitad de su mandato.
Pero lo cierto es que AMLO llega a esta cita electoral con un elogiable 60% de aprobación, frente a una oposición en México que está enfrentando serias dificultades para contrarrestar su gran popularidad y visibilidad.
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"Desde 2018, podríamos decir que la oposición en México esta desaparecida o casi invisible, muy débil, muy fragmentada o perdida. Adjetivos no faltan", le dice a BBC Mundo Luis Antonio Espino, consultor de comunicación.
¿Por qué está la oposición en esta situación?
Si bien un partido en el poder siempre logra mayor repercusión y presencia mediática que sus rivales políticos, lo cierto es que la popularidad de la oposición en el país es actualmente tan distante a la del gobierno que a muchos mexicanos les cuesta identificar quiénes son sus principales líderes.
Según Espino, el desencanto de la población con las gestiones anteriores de los tres grandes partidos de la transición democrática mexicana (PRI, PAN y PRD) continúa pesando, así como en 2018 fue determinante para que AMLO ganara gracias en parte a millones de "votos de castigo" hacia sus oponentes.
"El problema de la oposición es de identidad, como si ante los ojos de la mayoría hubieran perdido la legitimidad para plantear soluciones y críticas a los errores del gobierno. Sus palabras encuentran mentes y oídos cerrados, y están teniendo mucha dificultad para conectar con la gente", dice.
No son pocos quienes creen que esta situación de la oposición se debe a la falta de autocrítica pública de sus errores pasados, como los que llevaron por ejemplo a que el PRI (al frente del anterior gobierno con Enrique Peña Nieto como presidente) sufriera el batacazo electoral hace tres años.
Pero su secretaria general, Carolina Viggiano, cree que el PRI ya hizo "su catarsis" y reconoció sus errores suficientemente tras aquellos comicios.
"No podemos quedarnos en la autocrítica, porque eso también pasa por reconocer lo que hemos aportado al país. Creo que son más nuestras aportaciones que los errores cometidos", dice en entrevista con BBC Mundo.
"Y los errores los cometieron personas con nombre y apellido, muchos de los cuales ni siquiera son militantes del partido o ya fueron expulsados", agrega, si bien reconoce que aquellas acciones siguen muy presentes en la memoria de los mexicanos "también porque recordarlas es un discurso continuo del gobierno actual para justificar su falta de resultados".
Para el politólogo y analista Bernardino Esparza, otro de los motivos de la situación actual de la oposición es el que no cuenten con un político "de peso" que pueda enfrentar al partido en el gobierno. "Ningún líder opositor es suficientemente carismático", señala.
El "efecto AMLO" y las mañaneras
Frente a eso, el posicionamiento popular de AMLO se mantiene. "Se dice que, sin ser candidato para estas elecciones intermedias, es realmente el candidato de preferencia, más que su partido Morena", destaca Esparza.
Así, en el debate en las calles persiste la idea de que el presidente es el castigador de la clase política tradicional que merece pagar por los errores del pasado, coinciden analistas.
"Su misión, de la que él habla a diario, es reivindicar a un pueblo victimizado que durante años fue objeto de abusos por parte de una élite mezquina y poderosa que traicionó al pueblo. Mientras sus seguidores crean y valoren ese relato, seguirá siendo la fuerza de su exitoso discurso", afirma Espino, autor del libro "López Obrador: el poder del discurso populista".
Para trasladar sus mensajes a la población, AMLO cuenta con una valiosa herramienta: las largas conferencias de prensa o "mañaneras" que protagoniza cada día (además de videos en sus redes durante sus giras de fin de semana) y que marcan la actualidad diaria.
El Instituto Nacional Electoral, de hecho, ordenó eliminar de los canales del gobierno las grabaciones de algunas conferencias de las últimas semanas al considerar que, con sus declaraciones, AMLO incidía y se posicionaba en el debate político de estas elecciones.
Espino cree que "nunca México había estado tan expuesto a un esfuerzo de propaganda tan sistemático y poderoso desde el Estado", que en su opinión debe su éxito a cuatro factores.
"La simplicidad de cómo comunica, la inmediatez y la fantasía de la transparencia que te hace pensar que lo que ocurría a puerta cerrada ahora sucede a vista de todos. Y por último la autenticidad, el arma secreta del populismo: AMLO se muestra orgulloso como es, hasta con sus carencias y limitaciones, y con lo que millones de mexicanos se identifican".
Las mañaneras "obviamente es un micrófono con el que no podemos competir", reconoce Viggiano del PRI. "Somos una voz que a lo mejor no se escucha con la misma resonancia que la del titular del Ejecutivo, que está todos los días en las mañanas, por horas y horas platicando con la gente. Es inequitativo, sin duda".
La coalición opositora
La renovación de su imagen, lenguaje político y dirigentes podría ser una de las claves para que la oposición recupere su espacio, aunque Viggiano asegura que el PRI acude a estas elecciones repitiendo muy pocos candidatos, y en todo caso muchos menos que Morena.
Esparza cree también que la oposición "no ha sabido aprovechar los errores que el gobierno ha tenido en su momento" y algunos expertos creen que una comunicación más agresiva les ayudaría a que el electorado se de cuenta de las fallas.
Pero la secretaria general priista responde que la actual oposición es muy distinta de la que hacía Morena, "que era una oposición recalcitrante, gritona, que tomaba las calles y no le importaba destruir caminos. A nosotros, como nos ha costado mucho trabajo construir, no haremos nunca ese tipo de cosas".
De momento, la solución que los partidos opositores han visto como más factible para arrebatar la mayoría al partido de AMLO en la Cámara de Diputados es la creación de una coalición legislativa entre PRI, PAN y PRD. Pese a todo, las encuestas también los dejan muy lejos de Morena y sus aliados.
Este pacto ha recibido no pocas críticas por quienes consideran que no tiene sentido la unión entre formaciones con idearios tan distintos. Algunos creen que incluso podría restarles votos al alejarles de sus seguidores tradicionales.
Esparza prevé que en esta coalición será necesario "mucho diálogo" para llegar a consensos y presentar iniciativas en conjunto y en beneficio de la sociedad, "no del interés del grupo político al que pertenezcan".
"Espero que nuestros simpatizantes de cada partido tengan claro que lo más importante es rescatar al país del desastre que estamos viviendo", argumenta Viggiano.
"Por eso hacemos un esfuerzo de poner a un lado los intereses de cada grupo, porque es difícil competir uno a uno con un partido que concentra tanto poder (…). Pero son muchas más las cosas que nos unen que nos separan", remata.
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Elecciones en Perú: "El escenario más probable para Castillo o Fujimori es que, cuando sean elegidos, el público peruano los rechace"
- Lucía Blasco
- BBC News Mundo
Indignados y atrapados.
Es la situación de muchos votantes peruanos que este domingo deciden en las urnas quién ocupará la presidencia de su país "obligados a elegir entre dos extremos", considera el consultor político James Bosworth, autor del Latin American Risk Report.
Bosworth, quien escribe análisis sobre política latinoamericana desde hace dos décadas, cree que ninguno de los dos candidatos -el izquierdista Pedro Castillo y la derechista Keiko Fujimori- encarna la voluntad de una gran parte de los peruanos.
Tanto el maestro rural, que representa a un partido marxista, como la hija del expresidente Alberto Fujimori, preso por delitos de lesa humanidad, son rechazados por parte de un pueblo que sufre el hartazgo de la corrupción y que "ya no cree que el proceso político pueda resolver sus deseos de cambio", explica Bosworth.
Mientras tanto, los sondeos favorecen a Castillo con un corto margen de diferencia y no pronostican un claro ganador, pero prevén un alto porcentaje de indecisos y de votos en blanco (sin opción) y viciados (nulos), que señalan el escepticismo generalizado de muchos.
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"El hecho de que Castillo sea el favorito en las encuestas habla de lo poco que gusta Fujimori a los votantes", resume Bosworth para BBC Mundo.
Lo que sigue es una síntesis editada por motivos de claridad del diálogo telefónico con el analista político estadounidense, columnista del Washington Post y del Financial Times.
Las elecciones de este domingo en Perú son las más polarizadas en décadas. Un maestro rural socialista (Pedro Castillo) contra una empresaria derechista que encarna el fujimorismo (Keiko Fujimori). ¿En qué situación deja este dilema electoral a los votantes peruanos?
Los votantes se han visto obligados a elegir entre un candidato de extrema izquierda y una candidata de extrema derecha. Están atrapados entre dos extremos.
Pedro Castillo es el potencial ganador, según los sondeos. Y no porque los peruanos sean secretamente marxistas.
Los dos candidatos que llegaron a la segunda vuelta [Castillo y Fujimori] son los que menos gustaban en la primera. Ambos tenían los niveles más altos de desaprobación. Pero muchos peruanos eligieron abstenerse o emitir un voto de castigo a través del voto nulo o en blanco.
Es una señal de algunos problemas de la democracia en Perú porque los votantes ya no creen que el proceso político pueda resolver sus deseos de cambio.
Ahora bien, muchos votantes quieren cambio. Y, en esta segunda vuelta, Castillo ha logrado recabar parte de ese impulso a favor del cambio.
Sin embargo, los peruanos que votan por Castillo no lo hacen porque quieran políticas radicales de extrema izquierda. Votan por Castillo porque él es el candidato que representa un cambio en el tablero político actual en Perú.
Es un cambio radicalmente opuesto a lo que representa Keiko Fujimori. ¿Qué papel juega el antifujimorismo en estas elecciones?
Es la extrema derecha versus extrema izquierda. Pero también la aversión a Keiko Fujimori.
Parte de ello se debe a quién es su padre [el expresidente Alberto Fujimori, 1990-2000] y parte a quién es ella, a las acusaciones de corrupción en su contra y a sus acciones como líder parlamentaria en los últimos años.
No se trata solo del legado de su padre. Hay muchas razones por las que muchos votantes desconfían de ella, más allá de lo que ocurrió con su padre en los años 90.
El hecho de que Castillo sea el candidato favorito en las encuestas habla de lo poco que gusta Fujimori a los votantes.
Si hubiera un candidato distinto de extrema derecha, como López Aliaga [de Renovación Popular] o Hernando de Soto [de Avanza País], probablemente ahora mismo esa persona encabezaría los resultados.
Sin embargo, algunos antifujimoristas declarados, como Mario Vargas Llosa, ven a Keiko Fujimori como "el mal menor". El premio Nobel de Literatura (de conocida tendencia derechista) pidió votar por ella en la segunda vuelta para "salvar al país del totalitarismo".
Muchas figuras que eran previamente antifujimoristas, pero que al mismo tiempo son miembros del viejo establishment político, están animando a la gente a votar por Keiko Fujimori.
Pero a la mayoría de los peruanos no les convence el respaldo de quienes hicieron política hace 30 años. [Vargas Llosa fue candidato presidencial en 1990].
Los apoyos políticos de esas personas son un sinsentido porque no representan a un nuevo Perú.
Yo comprendo el punto de vista de Vargas Llosa, pero su respaldo a Fujimori es más bien un fenómeno mediático.
Es algo que podría entusiasmar a algunos votantes, pero que al peruano promedio no le importa. No va a determinar su voto.
En el debate presidencial del domingo, Castillo planteó "una nueva Constitución para terminar con todas las desigualdades". Los paralelismos con el proceso Constituyente de Chile -y su giro a la izquierda- resultan tentadores. ¿Cómo se comparan entre sí?
En primer lugar, Castillo se sitúa en una izquierda mucho más radical. Pero, además, es muy interesante el hecho de que en Chile no solamente hubo un movimiento a la izquierda, sino que también hubo un rechazo a muchos partidos políticos de izquierda y de centro-izquierda con el ascenso de grupos independientes.
Se vio un colapso de muchos partidos políticos, un aumento de candidatos independientes (ajenos a partidos políticos) y un alto interés por parte de los votantes jóvenes en la búsqueda de nuevas voces políticas.
En muchos casos, esas nuevas voces políticas tienden más a la izquierda que a la derecha. Pero la cuestión principal no es su izquierdismo -como ocurre en el caso de Castillo- sino en el hecho de que están dispuestas a hacer una política diferente a la que se hizo en las últimas décadas.
Efectivamente, Castillo ha prometido una reforma constitucional. Y una de las cosas más importantes que le podría ocurrir a la democracia peruana es que haya una reforma que refleje la voluntad del pueblo peruano y no la consolidación en el poder de Pedro Castillo.
Debería haber una reforma constitucional que cree instituciones que permitan transferencias pacíficas del poder y una mejor gobernabilidad. Si, por el contrario, solo se busca la perpetuación de quien esté en el poder, será un desastre.
Varios expertos coinciden en que las movilizaciones recientes en distintos puntos de Latinoamérica - las protestas en Colombia, el estallido social en Chile, las protestas de noviembre en Perú- simbolizan el resurgimiento de una "nueva izquierda" en la región. ¿Está de acuerdo?
Es un error situar a América Latina en esa especie de péndulo entre la derecha y la izquierda. Lo que se ve en la región no es un giro a la izquierda. Por ejemplo, las elecciones en Ecuador fueron un giro a la derecha.
Más bien, lo que vemos son votantes indignados con el establishment político. Y muchos de los movimientos están liderados por jóvenes que no creen en lo que se debatía hace 20 o 30 años.
La pink tide (la denominada "marea rosa", la mayor influencia en el siglo XXI de la izquierda en América Latina, que comenzó con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998) era antineoliberal. El neoliberalismo estaba en la agenda económica en la década de 1990. Y las "mareas rosas" se oponían a ese neoliberalismo.
Lo que vemos ahora no es ese tipo de dicotomía derecha-izquierda porque ya no estamos debatiendo el neoliberalismo o la pink tide en Latinoamérica. Lo que vemos ahora es un rechazo a gran escala de las clases políticas.
Hay un movimiento antipartido político en América Latina. Y esa retórica del antipartidismo supone un riesgo para la democracia porque, en los países en donde los partidos se ven mermados, pueden nacer espacios para que asciendan caudillos que quieran consolidarse en el poder.
¿En qué se traduce ese antipartidismo en la situación actual de la región y de Perú?
Lo que se ve en Chile, en Colombia, en Perú o en Brasil es una ruptura con los partidos políticos.
Los jóvenes tratan de organizarse formando entre ellos nuevos movimientos políticos, pero se niegan a establecer el tipo de organización que les resultaría más eficiente para hacer política.
Por ejemplo, en Chile los partidos independientes organizaron dos grandes listas para la Convención Constitucional. Sin embargo, se niegan a llamarse a sí mismos partidos políticos. Eso me resulta fascinante porque está claro que sí lo son.
El antipartidismo que vemos en Latinoamérica es lastimoso porque obstaculiza la organización de quienes realmente quieren hacer cambios políticos.
Una de las razones por las cuales los votantes de Perú están indignados con la clase política son los escándalos de corrupción que han ocurrido en los últimos años.
Y la gente en Perú quiere cambio, pero al mismo tiempo rechazan los partidos políticos. Y a fin de cuentas, si quieres un cambio político necesitas crear una organización y una estructura, y participar en las elecciones.
Contribuye a esa sensación que los presidentes peruanos de los últimos años se hayan visto salpicados por la corrupción.
Es un problema cíclico. Los votantes peruanos se sienten constantemente decepcionados con los resultados electorales porque eligen a políticos aparentemente anticorrupción que terminan resultando corruptos.
Y no basta con que un político se defina como anticorrupto porque el liderazgo individual no es suficiente para combatir la corrupción; tiene que haber grupos que implementen instituciones que luchen contra la corrupción.
Uno de los retos de estos comicios es que ningún candidato ha abarcado ese movimiento anticorrupción ni hay ningún líder que lo represente.
Por un lado, Keiko Fujimori está siendo investigada por corrupción.
Por otro, no hay acusaciones contra Pedro Castillo, pero este tampoco tiene en su programa un plan anticorrupción con el que vaya a institucionalizar las reformas que son necesarias para eliminar la corrupción del sistema.
Todos los presidentes peruanos que han asumido el cargo en los últimos 20 años, a excepción de uno, han decepcionado al público y han visto descender sus índices de popularidad rápidamente.
El escenario más probable para Castillo o Fujimori es que, cuando sean elegidos, el público peruano los rechace.
Es un mensaje duro. Pero las intenciones de los votantes peruanos deben canalizarse a través del sistema, y no parece probable que eso vaya a ocurrir con ninguno de los dos candidatos que aspiran a la presidencia.
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