"Estados Unidos aplicó en Centroamérica todo lo que aprendió en Vietnam": Scott Wallace, el célebre fotoperiodista que cubrió la región durante la crisis de los 80
- Lucía Blasco
- CentroaméricaCuenta@BBCMundo
Para muchos estadounidenses, la Centroamérica de los años 80 era un lugar del mundo oscuro e impenetrable, ajeno e indiferente; una subregión en la que reinaba el caos y la muerte.
Pero Scott Wallace* forma parte de esa minoría que sintió desde joven una curiosidad excepcional por lo que ocurría en el ombligo de su continente.
"Centroamérica me llamó la atención desde mis primeros años universitarios, cuando comenzaba a seguir la política internacional", le cuenta a BBC Mundo el fotógrafo, escritor y corresponsal de guerra.
"Por eso decidí arrancar allí mi carrera", explica el ahora profesor asociado de periodismo en la Universidad de Connecticut, Estados Unidos.
Wallace trabajó en la región durante siete años, de 1983 a 1990, y recuerda con cierta nostalgia la inocencia y el entusiasmo con los que llegó a tierras centroamericanas.
Tenía la esperanza, dice, de cambiar la perspectiva del mundo hacia un lugar maltratado por masacres y conflictos violentos que, como él mismo descubrió con el tiempo, "no respondían a la lógica del blanco o negro".
El fotógrafo y periodista, ahora de 64 años, llegó a El Salvador en 1983 y se quedó allí hasta el 85. Después vivió en Managua. Y a comienzos del 89 se mudó de Nicaragua a Guatemala, viajando por todo el Triángulo Norte.
Retrató para varios medios lo que ocurría a ambos lados de los conflictos bélicos: escuadrones de la muerte y fuerzas izquierdistas en El Salvador; sandinistas y Contras en Nicaragua; guerrilleros y militares en Guatemala.
Pero, por encima de todo, le interesaron las historias humanas: "Siempre pensé —y sigo pensando— que toda persona en el mundo tiene una historia para contar. Y en Centroamérica pude hacerlo desde todos los frentes. Eso fue algo único de allá".
A continuación, la entrevista completa de BBC Mundo con el antiguo corresponsal de CBS News, Newsweek y The Guardian y actual colaborador de National Geographic.
Cuando llegaste a El Salvador en 1983, apenas había comenzado la intervención militar estadounidense. La guerra de Vietnam (1955-1975) todavía estaba reciente. Tú lo viviste de cerca. ¿Cómo dirías que influyó ese conflicto en la década más sangrienta que ha vivido la región?
Yo creo que la experiencia de Vietnam influyó de una manera muy profunda en la política de Estados Unidos en Centroamérica.
La mayoría de los asesores norteamericanos que estaban trabajando en las fuerzas especiales enviadas a El Salvador eran veteranos de Vietnam que trataban de aplicar las lecciones de esa guerra a la realidad de El Salvador, utilizando tácticas agresivas, emboscadas, patrullas pequeñas, tomando la iniciativa en operaciones nocturnas, buscando cómo ganar las mentes y los corazones de la población civil con tácticas de guerra psicológica... Todas las lecciones que aprendieron en Vietnam las aplicaron en Centroamérica.
Las fuerzas especiales, los Boinas Verdes de Estados Unidos, eran casi todos veteranos de Vietnam. Y muchos de ellos —los que no eran ya muy viejos— fueron luego para Irak en la década de los 2000.
Después llegaría la Revolución Sandinista a Nicaragua, ¿hubo paralelismos?
En Nicaragua ocurrió algo parecido... pero diferente.
Mientras que en El Salvador fue una guerra de contrainsurgencia —contra la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)— en Nicaragua, Estados Unidos apoyó una insurgencia contra el gobierno revolucionario sandinista.
Fue interesante porque los sandinistas también aplicaban lecciones de contrainsurgencia que Estados Unidos usó en Vietnam; también hicieron uso de esas lecciones en la guerra que llevaban a cabo contra los Contras.
Por ejemplo, en Vietnam, Estados Unidos utilizaba una estrategia de asentamientos estratégicos, con los que concentraron a la población civil para separarla de la guerrilla. Los sandinistas hicieron lo mismo en esos asentamientos que se llamaban cooperativas de autodefensa, donde también colocaban artillería para bombardear a los Contras.
Fue muy parecido a lo que hizo Estados Unidos en Vietnam.
La guerra de Vietnam fue la más traumática de la historia para la opinión pública norteamericana, ¿cómo justificó Estados Unidos su intervención en Centroamérica apenas cinco años después?
La Guerra Fría fue la gran justificación. Especialmente el Partido Republicano veía la situación en Centroamérica a través de los lentes de la Guerra Fría.
Para ellos, todo estaba siendo dirigido desde Moscú y La Habana, con el objetivo de establecer una presencia comunista en el hemisferio para desafiar a Estados Unidos. No podían aceptar que detrás de los movimientos revolucionarios también había quejas verdaderas que las instituciones y las estructuras de poder en esos países no lograron ver ni legitimar.
Sin embargo, la Guerra Fría y su ideología veía en cualquier movimiento de liberación la mano de la Unión Soviética detrás.
Pero hubo abusos por ambas partes...
Claro que hubo abusos por los dos lados, y también si hablamos de Guatemala.
Pero la gran mayoría de los abusos de derechos humanos y de los centenares de miles de civiles muertos fueron responsabilidad de las fuerzas a las que Estados Unidos estaba apoyando.
Y se exageraron los abusos de derechos humanos cometidos por los sandinistas en Nicaragua y por la guerrilla en El Salvador.
Estados Unidos estaba buscando, supuestamente, reformar el ejército y minimizar esos abusos. Pero los toleraba. Fue una política contra la victoria en muchos aspectos.
Pero sí es cierto que lo peor en cuanto a las masacres y al trabajo nefasto de los escuadrones de la muerte ocurrió en los primeros dos años de la guerra. A partir del 83, la mayoría de los oponentes se habían retirado a la montaña para formar un ejército de guerrilla.
¿Cómo se vivió la situación en Centroamérica durante aquellos años?
Podía apreciase bastante, sobre todo en El Salvador, la profesionalización de las fuerzas armadas y el incremento del número de tropas y de sus movilizaciones y operaciones en el campo.
También en Nicaragua. Y no solamente por parte de Estados Unidos. A lo largo de los años, la Unión Soviética y el bloque del Este proveyeron a los sandinistas de cargamentos, fusiles, ametralladoras, helicópteros de ataque, uniformes, logística...
Además, existía la posibilidad de una intervención directa en Centroamérica. Ese miedo aumentó con la invasión de Granada, Nicaragua, en 1983, que culminó al final de la década con la invasión de Panamá, lo cual fue algo imprevisto.
Había siempre un miedo latente —y muchas veces no tan latente— de que Estados Unidos fuera a intervenir directamente en uno u otro conflicto... o en los dos.
No ocurrió. No hubo otro Vietnam. Pero tampoco se buscaba una solución pacífica....
Para nada. En lugar de buscar una solución pacífica, Estados Unidos estaba buscando una victoria militar sobre los comunistas.
Eso tuvo consecuencias violentas. Por ejemplo, las pandillas, que son, en parte, resultado de esa política de Estados Unidos. Su evolución comenzó realmente en los 80, cuando Estados Unidos peleaba contra la guerrilla en El Salvador.
En los 90, endureció su política de inmigración y expulsión de criminales para enviarlos de vuelta sus países de origen. Miles de pandilleros de Estados Unidos fueron enviados a los Países del Triángulo Norte. Regresaron y, en muchos casos, ni siquiera sabían hablar español. Y no tenían familiares ni hogares.
Esa política generó centenares, miles de refugiados saliendo de El Salvador, buscando refugio en Estados Unidos.
Muchos de ellos eran niños pequeños, huérfanos de uno o dos padres, que llegaron a grandes ciudades como Los Ángeles, Houston y Washington y, para protegerse, para tener una familia, cayeron en la trampa de ingresar en las filas de pandillas en Estados Unidos, como Barrio 18 o la Mara Salvatrucha.
Regresaron a El Salvador y comenzaron a implantar esa cultura de pandillas. Y ahora el país está sumergido en una profunda crisis.
¿Crees que Centroamérica es una región incomprendida por parte de Estados Unidos?
Existe cierta arrogancia cultural de Estados Unidos hacia Centroamérica. Yo creo que hay una historia de menospreciar a nuestros vecinos del sur.
A Estados Unidos siempre le fascinó Europa. Sin embargo, no hemos llegado a prestar mucha atención a México, Sudamérica y Centroamérica en general. Y, cuando comenzaron los conflictos —especialmente en los años 50 con el golpe en Guatemala y en el 73 con el de Chile— no teníamos la más mínima idea de cómo evaluar esas circunstancias, esos eventos.
Esa misma ignorancia estuvo presente durante la Revolución Sandinista en Nicaragua y, por supuesto, al comienzo de la guerra civil y en la revolución emergente en El Salvador.
¿Cambió tu forma de pensar la experiencia de vivir allá y cubrir esos conflictos?
La verdad es que salí de la región con un poco menos de idealismo. Llegué muy idealista [se ríe]. Al igual que otros periodistas, creía que mi trabajo podría tener un impacto, evitar una tragedia. Tenía la esperanza y la convicción de que la prensa libre tendría un efecto positivo. Pero no fue así. Y, al final, ya no estaba tan seguro de eso.
Ni siquiera estaba ya seguro de quién tenía razón y quién no. Comencé viendo las cosas blancas o negras y se me terminaron ampliando a varios tonos de gris.
Me sentí especialmente apenado por la población civil, que siempre es la que más sufre en este tipo de conflictos. Fueron años continuos de inseguridad, incertidumbre, violencia, amenazas... Fue horrible.
Han pasado 30 años desde aquello, pero las guerras de entonces son visibles en problemas actuales de violencia y migración. ¿Qué lecciones podemos aprender de lo que ocurrió en Centroamérica en el contexto geopolítico actual de EE.UU. con el resto del continente?
Una cosa que llegué a apreciar es que si más norteamericanos pudieran experimentar en su propia piel lo que es la guerra, no estarían tan entusiasmados por mandar a nuestra gente a combatir. Y eso puede aplicarse a situaciones como la de Venezuela.
Al final, Estados Unidos no invadió Centroamérica como hizo con Vietnam, pero quién sabe qué va a pasar ahora en Venezuela.
Yo creo que una de las lecciones que se deben aprender y aplicar es que, realmente, las raíces del conflicto no están solamente en el dictador Nicolás Maduro o en Hugo Chávez. Venezuela es un país en donde existen extremos de riqueza y de pobreza. Chávez y Maduro, a pesar de todo, buscaban, de alguna forma, solucionar ese problema. Es una situación bastante compleja.
Yo espero que no lleguemos a intervenir. Y creo que lo mejor es buscar una solución pacífica. No tiene sentido, especialmente para los intereses estratégicos de Estados Unidos, promover una guerra civil o una intervención militar en nuestro hemisferio.
*Scott Wallace es profesor asociado de periodismo en la Universidad de Connecticut, Estados Unidos. Vivió en Centroamérica —El Salvador, Nicaragua y Guatemala— entre 1983 y 1990, trabajando como corresponsal para CBS News, Newsweek y The Guardian, entre otros. Es colaborador de National Geographic. Sus trabajos más recientes cubren temas como el medio ambiente, las culturas en riesgo de extinción y los conflictos por la tierra.
Esta entrevista fue elaborada para la versión digital de Centroamérica Cuenta, un festival literario que se celebra en San José, Costa Rica, entre el 13 y el 17 de mayo.
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