La red de salud de Ecuador busca 140 médicos pero no hay profesionales estúpidos, que se presten a ser mártires en hospitales que carecen de todos, desde mascarillas o alcohol. Están desbordados, desordenados, y se han convertido en antesalas de cementerios.
Coronavirus en Italia | “Abuela, te quiero, pero no te pondría en cuidados intensivos”: entrevista a un médico de cuidados intensivos de la región italiana más afectada por el Última modificación:
En la provincia de Guayas, una de las zonas más afectadas por el Covid-19 en Latinoamérica, cuerpos sin recoger y una ciudadanía asustada por la propagación del brote marcan los días de cuarentena.
Hay un país en América Latina que siente con más fuerza las consecuencias del coronavirus: Ecuador. Esta nación de poco más de 16 millones de habitantes tiene más de dos mil contagiados. Allí, las cifras mortales ya superan los 75 fallecidos y solo una región, la de Guayas, concentra a más del 70% de los infectados.
Aunque las 24 provincias de la nación tienen casos confirmados, el peor escenario sigue siendo el de Guayas, cuya capital es Guayaquil, dado que, según el último informe, son más de 1.500 casos en esa región y la crisis está a poco de desbordar la capacidad de respuesta de las autoridades.
#Guayaquil y #Quito son las ciudades con más personas contagiadas de #covid19 en #Ecuador. El país registra 1 966 infectados. 54 ya han recibido el alta hospitalaria » bit.ly/Cov1913m
Muchos de los residentes en Guayaquil, la segunda ciudad más importante del país, se quejan de la lenta reacción oficial, agravada por las medidas de la estricta cuarentena. Aseguran que las autoridades han fallado en la recolección oportuna no solo de los cuerpos de las víctimas fatales de la pandemia, sino también de quienes han perdido la vida por razones distintas.
Una de las escenas más macabras fue la registrada por varios ciudadanos para la agencia de noticias Reuters. Un hombre colapsó mientras hacia la fila para entrar a una tienda y su cuerpo permaneció horas dentro una bolsa azul. Todavía se desconoce la causa de su muerte e incluso su identidad y solo hasta este 30 de marzo, su cuerpo fue retirado del lugar de los hechos.
“El objetivo del Gobierno es que cualquiera que muera en estos días en Guayaquil, no solo los que mueran por Covid-19, puedan tener un entierro digno”, dijo el vicepresidente, Otto Sonnenholzner, cuya Administración, también anunció la creación de una fuerza de tarea conjunta para sepultar los cuerpos.
Jorge Wated, presidente del directorio de Banecuador, la banca pública de desarrollo, agregó que no necesitan fosas comunes, que necesitan "entierros dignos", tal como todos quisieran tenerlos. Sobre el panorama de su país, este funcionario afirma que las funerarias no trabajaran con permisos especiales para facilitar así la labor de recolección.
#JuntosEcuador | Hay varios sectores del país que se han visto afectados por la Emergencia Sanitaria que estamos viviendo. @BanEcuadorBP los apoyará, con sus facilidades de pago, así lo indicó su titular @JorgeWated.
#JuntosEcuador | El Gobierno Nacional reafirma su compromiso para brindar un sepelio digno a la ciudadanía que lo necesite. @JorgeWated recalca que no se construyen fosas comunes para este fin.
“El cuerpo está cubierto en plástico y toda la casa huele mal”
La situación en Guayas es lúgubre y de alto riesgo sanitario por la ola desbordada de la pandemia. El presidente del Ecuador, Lenín Moreno, anunció que construirá un cementerio para enterrar allí a las víctimas.
El mandatario busca así contrarrestar una de las críticas más fuertes que ha recibido por el problema de la recolección de los cuerpos. La alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, denunció -en un video que se hizo viral- que no estaban recogiendo los cadáveres, sino que "los dejan en las veredas", contó que caen frente a los hospitales y que nadie los quiere ir a recoger.
Los testimonios de ecuatorianos denunciando las muertes y las escenas vistas en la ciudad son desgarradoras. Luiggi Ponce, un joven de 22 años que vive en un barrio periférico, cree que la muerte de su tío, un adulto mayor, fue consecuencia del virus.
El cuerpo del hombre sigue en la casa, como documenta Reuters, donde también viven cinco menores y siete adultos mayores. “Él tenia neumonía, tuvo fiebre, no podía respirar, tuvo todos los síntomas. El cuerpo está en plástico y toda la casa huele mal”.
Las imágenes de los medios locales han mostrado escenas similares a las descritas por Ponce. Sebastián Barahona, coordinador de la Federación Nacional de las Casas Fúnebres, explicó que en Guayaquil las muertes se multiplicaron por cinco solo en el mes de marzo.
Expertos consideran que la situación en la capital de Guayas pudo haberse mitigado de una mejor manera. Un especialista de salud pública dijo al diario colombiano El Tiempo que el incremento obedecía a la pobre vigilancia en las primeras semanas de la pandemia: “la mayoría de casos son importados, se nos metieron un montón de pacientes por los aeropuertos, a la gente se le tomaba la temperatura y los mandaban para la casa, cuando debió establecerse un Centro Epidemiológico informativo y vigilado por la autoridad sanitaria”.
En Guayaquil, viven muchas familias que tienen parientes migrantes en España y en otros países europeos. En Ecuador hay estado de Excepción, aislamiento domiciliario y se aplica un toque de queda desde las dos de la tarde hasta las cinco de la mañana.
“En 10 años de carrera como reanimador me tocó ver muchas cosas, pero nunca algo parecido a esto”.
Cuando atiende mi llamada, el doctor Antonio Messina (Regio de Calabria, Italia, 1981) acaba de terminar su turno como anestesiólogo y reanimador de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital IRCCS Humanitas de Milán, en el norte de Italia.
Para él hoy han sido 8 horas, mañana serán 12 y, me cuenta, antes de tomarse un día de descanso con su pareja y dos hijos pequeños habrán pasado dos semanas.
Esta es la rutina de muchos médicos italianos que la pandemia de Coronavirus que afecta el país europeo les impuso desde hace más de un mes.
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Milán, la ciudad donde vive y trabaja el doctor Messina, es la capital de la Lombardía, la región más afectada por el covid-19 en Italia.
Cuando acabemos de conversar, el virus habrá afectado en esta región a 35.000 personas, casi la mitad de todos los casos del país, y habrá causado la muerte de más de 5.000. Aunque mantener esta triste contabilidad en estos días es tarea complicada.
Varios centenares de enfermos por covid-19 están internados en hospital donde trabaja el doctor Messina, quien atiende con otros 60 colegas a los 35 pacientes en cuidados intensivos.
En esta entrevista con BBC Mundo, Messina explica qué es lo más difícil de estar en una UCI, cuáles son sus miedos y cuáles han sido los momentos que le han hecho llorar.
Pero también cuenta qué es lo más gratificante y cómo de importante le hace sentir su hijo de 6 años.
Y finalmente recuerda por qué publicó una carta a su abuela diciéndole cuánto la quería y explicándole por qué, si se contagiara de coronavirus, no la pondría en cuidados intensivos.
¿Cómo es la situación que está viviendo?
Humanamente, es una experiencia extremadamente difícil.
Nunca me habría imaginado, ni yo ni nadie, vivir en mi vida profesional algo parecido a esta pandemia. Tanto por el número de afectados como por las dificultades que conlleva trabajar en un entorno donde es fundamental no contagiarse.
Sin embargo, me siento muy orgulloso con nuestra respuesta como profesionales. Creo que todo el personal sanitario está dando una respuesta entre impensable y conmovedora.
Todos están dando lo mejor de sí y hay un clima de profunda colaboración y empatía, tanto con los enfermos como entre nosotros.
¿Hubo momentos en que se sintió abrumado por la situación?
Al principio, la parte más difícil fue adaptarse a trabajar durante tantas horas adentro de esos monos protectores.
Es muy duro, física y mentalmente, e incluso la dimensión del tiempo cambia radicalmente.
Además, tardamos unos 20 minutos para vestirnos. Y, una vez acabado el turno, para salir de la UCI tardamos 30, 40 minutos o incluso una hora.
Porque para desvestirse hace falta la ayuda de una persona externa que no esté contaminada, y este proceso solo se puede hacer con una persona a la vez. Si somos 10 los que acabamos de trabajar, tenemos que esperar nuestro turno para salir.
¿Cuáles son las mayores dificultades adentro de la UCI?
Por ejemplo, hablar con los enfermos es complicado. Ellos llegan con dificultades respiratorias y les ponemos un casco con oxígeno y nosotros estamos detrás de una máscara con visera.
Y luego está la relación con sus familiares. Nosotros los llamamos por teléfono todos los días, una vez por día, para explicarles cuál es la situación clínica.
Una vez, poco antes de entubar a un paciente y de que lo durmiéramos, lo último que me dijo fue: `Doctor, avise a mi mujer’.
En ese momento yo me pongo en su lugar y pienso cuál sería la última cosa que le diría a mi mujer o a mi hijo.
Eso es muy duro, pero es algo que nos ha pasado siempre en esta profesión. Lo que ahora lo hace diferente es la cantidad de pacientes.
¿Ha tenido que comunicar el fallecimiento de algunos de ellos a sus familiares?
¡Claro! Pero en nuestra profesión la relación con la muerte es algo cotidiano.
Lo que sí es muy difícil es comunicar por teléfono la muerte de una persona a un familiar que probablemente nunca hayas visto cara a cara.
¿Tuvo que aguantar las lágrimas en algunas ocasiones?
Creo que no es correcto aguantar las lágrimas, pero tampoco lo es llorar delante de un paciente. A mí también me entran ganas de llorar y si tengo que hacerlo, espero a estar solo o hacerlo en casa.
Siempre intenté no llevarme a casa los problemas del trabajo, pero lamentablemente en los últimos tiempos se volvió difícil, porque al estar confinados, es en casa donde rezuman todas las tensiones.
¿Cuándo le pasó por la última vez?
Fue hace unos días, porque estaba agotado.
Los italianos en las últimas semanas están saliendo al balcón a aplaudir vuestra labor. ¿Les ayuda en esta situación?
¡Esta es una de las cosas más lindas de todo este periodo! En la puerta de nuestro hospital han colgado una pancarta con el dibujo de un arcoíris y la frase “Andrà tutto bene” (irá todo bien, en castellano).
También hay una pizzería cerca que nos manda pizzas gratis y en los cartones nos escriben mensaje de apoyo.
Creo que la población está asustada y que se aferra a la sanidad pública como algo valioso. Esto es hermoso, así como creo que es hermoso que todos lo que lo necesitan sean tratados y gratuitamente.
¿Hay alguna muestra de afecto que lo haya impactado especialmente?
Mira, lo más lindo es lo que me transmite mi hijo de 6 años. Él percibe que algo está cambiando e intenta racionalizar lo que está pasando. A su manera, me hace entender que estoy haciendo algo importante. ¡Eso para mí es lo más bello!
También tengo el apoyo de mi entorno familiar y de mis amigos. Piensa que justo nos íbamos a mudar de casa y la persona que iba a entrar en la nuestra me dijo: ‘Sé lo que estás haciendo, tómate todo el tiempo que necesites’.
Hasta hoy han muerto en Italia más de 60 médicos. Más de 6.200 sanitarios se han contagiado, el 7,5% del total de casos. ¿Usted tiene miedo?
No, no tengo miedo. Me siento en el lugar y en el momento correctos. Si no lo hacemos los profesionales como yo, ¿quién más lo podría hacer?”.
Pero sí es verdad que hay posibilidad de que me contagie. Y lo que me asusta es justamente las posibles repercusiones sobre mi entorno familiar. Considera que mis padres tienen más de 60 años y claramente viven encerrados en casa.
Pero lo que me realmente me da miedo es la vuelta a la normalidad. No sé cuánto tiempo pasará antes de que podamos abrazarnos, estrecharnos la mano o mirarnos de cerca como hacíamos antes.
Creo que durante un tiempo quedará el miedo a contagiarnos.
Esto es lo que más extraña en este momento, ¿un abrazo?
Yo no puedo no abrazar a mi pareja o a mis niños. Sé que otros médicos han decidido vivir aislados de sus familias, pero soy consciente de que las posibilidades de ellos se infecten o que les pase algo grave son muy bajas.
Hace unos días publicó en su perfil de Facebook una carta que decía: ‘Abuela, te quiero mucho, pero si tuvieras coronavirus no te pondría en la UCI, y espero que no lo hiciera ningún otro médico’. ¿Qué quería decir con esto?
Mi abuela tiene 86 años, es lúcida, tiene buena salud, pero es muy probable que no saliese viva de un tratamiento de cuidado intensivos.
Pero no creas que es algo raro. Nosotros elegimos a diario y en equipo qué tratamiento aplicar según las condiciones de los pacientes y su expectativa de vida. Se llama proporcionalidad de los tratamientos. Es decir, en medicina se pueden hacer muchas cosas y las máquinas se pueden usar en muchos ámbitos.
Pero hay un momento en que lo que estamos haciendo ya no es funcional para la supervivencia del paciente y en que la aplicación de la técnica prevalece sobre las expectativas de curación.
Además hay que tener en cuenta la voluntad del paciente, y estoy seguro de que mi abuela tampoco querría entrar en cuidados intensivos.
¿Qué es lo primero que hará cuando la pandemia se acabe?
Sinceramente, una de las cosas que más extraño ahora es la normalidad: poder sentarme con mis amigos alrededor de una mesa y tomar una copa de vino y comer juntos algo rico.
Poco después acabamos la entrevista y nos despedimos. Pero, al cabo de unas horas, el doctor Messina me manda un mensaje de WhatsApp.
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