Coronavirus en Ecuador: el drama de Guayaquil, que tiene más muertos por covid-19 que países enteros y lucha a contrarreloj para darles un entierro digno
A las miles de imágenes de ciudades vacías y hospitales colap
sados impresas alrededor del mundo por la pandemia de coronavirus, en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil se sumaron en la última semana videos y testimonios sobre personas muriendo en las calles y cuerpos esperando días para ser recogidos en los hogares.
La provincia del Guayas, donde se encuentra Guayaquil, hasta el 1 de abril había reportado más víctimas del covid-19 que naciones latinoamericanas enteras: 60 muertos y 1.937 infectados (1.301, solo en la capital).
El colapso del sistema funerario producto de esta crisis es de tal magnitud que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, debió conformar una fuerza de tarea conjunta para poder enterrar a todas las personas fallecidas.
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BBC Mundo se comunicó con algunos de los familiares y vecinos de las víctimas y los testimonios coinciden con aquellas dos palabras que Joseph Conrad destacó en su obra "El corazón de las tinieblas": el horror, el horror.
"Mi tío murió el 28 de marzo y nadie viene a ayudarnos. Vivimos al noroeste de la ciudad. Los hospitales le decían que no tenían camillas y falleció en casa. Nosotros llamamos al 911 y nos pidieron paciencia. El cuerpo sigue ahí en la cama donde falleció, porque nadie lo puede tocar ni nada de esas cosas", cuenta Jésica Castañeda, sobrina de Segundo Castañeda.
Otra joven guayaquileña que vive en el sureste de Guayaquil y quien pidió que no se difunda su nombre, relató que su padre murió en sus brazos y estuvo 24 horas en la casa.
"Nunca le hicieron la prueba del coronavirus, solo nos decían que nos podían agendar una cita y que tome paracetamol. Tuvimos que retirar el cuerpo por medio de particulares porque no tuvimos respuesta del Estado. Uno siente impotencia al ver a su padre así y tener que salir a pedir ayuda".
Pero esta situación no afecta solamente a los muertos por el virus. Wendy Noboa, quien vive en el norte de Guayaquil, cerca de la terminal de autobuses, cuenta la historia de su vecino Gorky Pazmiño, quien murió el domingo 29 de marzo:
"Él se cayó y del golpe en la cabeza murió. Yo llamé al 911 y nunca vinieron. Él vivía con su papá, que tiene más de 96 años, por eso mi angustia. Permaneció en el piso todo un día, hasta que vinieron familiares con la caja para sepultarlo. Pero no lo pudieron sepultar porque no había médico que firmara el certificado de defunción".
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Los casos son tantos que la periodista Blanca Moncada, del diario Expreso, ha comenzado una cadena en Twitter solicitando información de familiares y vecinos de personas que se encuentren en esta situación.
"Tomé esta decisión por el grito desesperado de muchos ciudadanos que tienen que esperar hasta 72 horas e incluso más para que las autoridades recojan los cadáveres que permanecen en las casas; busco cuantificar la magnitud de esta tragedia porque, en cuestión de cifras, Guayaquil es en este momento una gran nube gris".
Enfrentamiento político
El comandante de la Armada Nacional, Darwin Jarrín, quien asumió el 30 de marzo la coordinación militar y policial para la provincia del Guayas, indicó a BBC News Mundo que hasta el jueves 2 de abril, a más tardar, estarán enterrados todos los fallecidos en Guayaquil.
"El Ministerio de Salud entrega en los hospitales el acta de defunción, Policía y CTE (Comisión de Tránsito del Ecuador) trasladan los cadáveres a los dos cementerios -Parques de La Paz en la Aurora y el Panteón Metropolitano en la vía a la costa- y las fuerzas armadas los entierran", señaló Jarrín.
Pero lo ocurrido en la última semana de marzo en la ciudad -donde más de 300 cadáveres fueron recogidos en distintos domicilios por la policía ecuatoriana, según informa el diario El Comercio- puede tener serias consecuencias.
Para comenzar, la crisis ha enfrentado a la alcaldesa de Guayaquil con el gobierno nacional. Cyntia Viteri, quien se encuentra en cuarentena por haberse infectado con el coronavirus, reclamó el 27 de marzo a las autoridades nacionales por las falencias del sistema público:
"No retiran a los muertos de sus casas. Los dejan en las veredas, caen frente a hospitales. Nadie los quiere ir a recoger. ¿Qué pasa con nuestros enfermos? Las familias deambulan por toda la ciudad tocando puertas para que los reciba un hospital público, donde ya no hay camas".
Además de los muertos en los hogares, la ciudad ha tenido que enfrentarse a la pesadilla de muertos en sus calles. Jésica Zambrano, periodista del diario El Telégrafo, le contó a BBC News Mundo su experiencia desde el centro de Guayaquil.
"Mi pareja salió a hacer las compras y se encontró una persona muerta, en las calles Pedro Carbo y Urdaneta. Más temprano nos dijeron que había otro muerto unos cuantos metros más allá. Aquí estamos acostumbrados a ver a mendigos durmiendo en las calles, pero como resultado de esta crisis personas desahuciadas mueren en el centro de la ciudad".
"Golpe a las costumbres"
El 28 de marzo, un día después de las declaraciones de la alcaldesa, el diario El Universo informó sobre los planes del gobierno municipal de enterrar a los muertos en una fosa común, pero la idea no prosperó.
"Me parece terrible que se haya lanzado la idea de una fosa común en esta ciudad", le dice a BBC News Mundo el sociólogo guayaquileño Héctor Chiriboga.
"Esta es una ciudad donde la clase media, media baja, demoraba el velorio hasta dos días porque tenía que llegar el pariente que vivía en Europa, los migrantes que se fueron después del 2000. Aquí se vestía a los cadáveres y hasta hace poco la Iglesia católica veía con malos ojos la cremación", explica y añade:
"Esto es un golpe para las costumbres de los sectores populares, para el ritual del fallecimiento y del entierro. El hombre que se gana el pan día a día, que tiene una veta cristiana o católica, es un hombre que se deshace al ver que no se va a poder cumplir con el rito".
Jorge Wated, quien está al frente de la fuerza de tarea designada por el presidente Moreno para el enterramiento de los cadáveres, le dice a BBC Mundo que él no hubiese aceptado esta misión si el mandatario le hubiera pedido hacerse cargo de una fosa común.
"Presido esta fuerza de tareas para levantar a los fallecidos de las viviendas y hospitales de Guayaquil, y para que aquellos que no tienen los servicios exequiales, puedan tener una cristiana sepultura, de forma unipersonal, en un camposanto de la ciudad".
Pero el ingeniero Wated informa que los familiares de las víctimas no podrán asistir al entierro.
El peor escenario
"Siempre había personas que fallecían en su casa. Lo normal era que un médico determinaba la causa de muerte y luego venía la funeraria. Pero ahora hay un pánico generalizado y se piensa que toda persona que fallece en Guayaquil tiene coronavirus. Entonces las funerarias no se quieren hacer cargo", explica a BBC Mundo Grace Navarrete, médica salubrista que pertenece a la Sociedad Ecuatoriana de Salud Pública.
El comportamiento de las funerarias durante la crisis fue investigado por la periodista Susana Morán, del sitio digital de noticias Plan V, en el artículo "Morir dos veces en Guayaquil".
Morán entrevistó a la dueña de una funeraria que cerró su negocio por temor a un contagio. "Yo ya tengo mis añitos, por ganarme unos centavitos yo no voy a poner en peligro a mi familia", le dijo esta señora a la periodista.
Este miedo se replica también entre los familiares, dice la doctora Navarrete.
"En las casas pasa lo mismo, se muere alguien y nadie toca el cuerpo, en una ciudad en donde el calor hace que el nivel de descomposición de los cadáveres sea más acelerado que en otras partes del país. Yo escuché de un caso de una persona fallecida en su dormitorio cuyos familiares sacaron el cuerpo sobre el colchón a la vereda".
Para el ingeniero Wated, se trata de un conjunto de factores que se combinan en el peor escenario.
"Las funerarias están colapsadas, incluso no tienen personal; los camposantos no tienen capacidad de recibir tanta gente a tanta velocidad; la gente no puede salir de sus casas a hacer los trámites para enterrar a sus fallecidos; el número de muertos crece entre los diagnosticados con covid y la gente sospechosa de haber muerto de covid a la que no se le hizo una prueba: esto genera un cuello de botella".
La enfermedad pública
El médico Ernesto Torres cree que la tragedia debe entenderse como un tema de salud pública, ya que, en sus palabras, esto "rebasa el ámbito de la medicina porque tiene que ver con políticas de Estado y del interés real de los gobiernos en la salud de su población".
Para este experto en salud pública, en esta crisis se les ha dado demasiada importancia a los hospitales y no se ha trabajado a nivel comunitario.
"Si trabajáramos intensamente a ese nivel, podríamos evitar que tantas personas congestionen los hospitales. Ahora en los hospitales se trata de apagar incendios con baldes de agua. Podrías haber usado esos baldes de agua para apagar los incendios a nivel local con una brigada sanitaria, donde se involucren personas de la comunidad".
En estas comunidades, sobre todo en las más periféricas, se está produciendo "una verdadera y profunda crisis humanitaria", en palabras de Paúl Murillo, responsable del área de incidencia comunitaria del Comité Permanente de los Derechos Humanos:
"Está bien llamarnos a un aislamiento en los domicilios, pero nunca se pensó en planes de contingencia que garanticen, al menos, la seguridad alimentaria en los barrios periféricos y marginales".
Adriana Rodríguez, profesora de Derecho la Universidad Andina y especialista en derechos humanos, piensa que no es sorprenderte que esto ocurra en una ciudad con una alta desigualdad social.
"Guayaquil es una ciudad que tiene aproximadamente el 17% de su gente en la pobreza y en la pobreza extrema. Lo que ocurre ahora con los cadáveres nos hace pensar en qué cuerpos importan y qué cuerpos no importan. Los recortes en salud pública nos dicen que hay cuerpos que no importan".
Sin embargo, para el ingeniero Jorge Wated, esto que ocurre hoy en Guayaquil puede ocurrir en cualquier lugar del continente.
"Yo veo lo que pasa en el resto de Latinoamérica, por ejemplo, lo que pasa en Argentina hoy, y es lo que pasaba aquí tres semanas atrás; las cosas se van a ir complicando, dependiendo de cada país, nosotros estamos tratando de actuar lo más rápido que podemos".
El escritor Milan Kundera decía en su libro "La lentitud" que la velocidad era directamente proporcional al olvido. Es difícil pensar que por más rápido que actúen las autoridades en estas horas, alguien olvide en Guayaquil estos últimos siete días de espanto.
Por ejemplo, en las últimas horas, la Revista Vistazo informó que en la noche del 30 de marzo circuló un video con un grupo de personas en el suroeste de Guayaquil, quemando llantas para reclamar el retiro de un cadáver.
"Incluso, los moradores habrían amenazado con quemar el cuerpo del fallecido, en señal de protesta", cierra la noticia.
El horror, el horror.
Un plan sin precedentes para una crisis sin precedentes.
El gobierno de Perú alista el mayor plan económico de América Latina hasta el momento para mitigar el impacto de la crisis del coronavirus.
Serán, de momento, más de US$25.000 millones, el equivalente a un 12% del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Unas cifras muy superiores a las medidas de estímulo aprobadas ya por otros países de la región: Argentina, por ejemplo, prevé ayudas por US$5.700 millones y los subsidios directos y el financiamiento a empresas equivalen a un 1% de su PIB.
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"El impacto económico de lo que está sucediendo no tiene precedentes y el plan económico que tenemos que aplicar es un plan sin precedentes", dijo el domingo en televisión María Antonieta Alva, ministra de Economía y Finanzas de Perú, país que tomó pronto severas medidas de restricción de movimientos.
Al menos hasta el 12 de abril está en vigor un confinamiento obligatorio con toque de queda, además del cierre de fronteras y del espacio aéreo.
Perú registraba hasta el lunes 30 de marzo al menos 900 contagios y 24 personas fallecidas por el virus que ha provocado una pandemia mundial.
Porcentualmente equiparable al de Dinamarca
"En la etapa de contención estimamos que vamos a gastar, en una (primera) fase, 30.000 millones de soles (US$8.500 millones)", anunció Alva el domingo.
Habrá una segunda fase, reveló el presidente del Banco Central (de Reserva), que consiste en un esquema de préstamos a las empresas con garantías valorado en la misma cantidad.
Y se prevé otra etapa de reactivación de otros US$8.500 millones, anunció la ministra.
"Tenemos que meter la mano al bolsillo del tesoro público para atender las necesidades de las familias vulnerables", había dicho la pasada semana el presidente del país, Martín Vizcarra.
"Ha habido una reacción inmediata y grande en lo sanitario y en lo económico", destaca en conversación con BBC Mundo Hugo Ñopo, investigador principal del centro de investigaciones GRADE.
Pero más allá de las medidas sanitarias ¿cómo es posible que Perú se pueda permitir un paquete de ayuda y estímulo que en términos de porcentaje de PIB es equiparable al de Dinamarca?
Una deuda pública de las más bajas del continente
"Tenemos la espalda fiscal para tomar medidas audaces", dijo la ministra Alva, confiada en las finanzas de Perú.
Y es que el país minero cuenta con un buen colchón de ahorros después de tres décadas de disciplina fiscal y escaso endeudamiento, lo que que le concede también buenas líneas de crédito con organismos multilaterales.
"Las finanzas públicas del Perú son las más fuertes de América Latina", asegura a BBC Mundo Jorge Chávez, expresidente del Banco Central de Reserva del Perú y ahora presidente ejecutivo de la consultora Maximixe.
Según la agencia Reuters, Perú tiene US$68.044 millones de reservas en el Banco Central y una deuda pública del 27% del PIB, una de las más bajas de América Latina.
Además cuenta con una baja inflación y su moneda, el sol, es una de las menos volátiles de la región.
"Nuestros ahorros y nuestros activos nos permiten enfrentar la crisis", dijo Alva.
"No vamos a escatimar recursos en proteger la salud de los peruanos, en contener el coronavirus, y tampoco vamos a escatimar para garantizar la reactivación económica", añadió.
"Para eso se acumulan reservas"
Los números parecen darle la razón a la joven ministra de Economía.
"Felizmente el país está bien posicionado en términos de reservas, de cifras macro, fiscales. Tenemos espacio para invertir lo que hemos ahorrado durante 30 años de disciplina macro y fiscal", dice Ñopo.
"Es ahora cuando esa disciplina está dando sus frutos", agrega el analista.
"Para eso se acumulan reservas: para que cuando haya una emergencia como esta, poder usarlas", refuerza Chávez, el expresidente del Banco Central.
Ñopo destaca que el fantasma de la hiperinflación en 1990, que alcanzó más de un 7.000%, aún asusta a los peruanos.
Y ese temor ha sido clave para que gobierno tras gobierno haya mantenido una disciplina fiscal que es "rara en las economías de América Latina".
"(A partir de 1990) Todos se dieron cuenta de que la estabilidad, el equilibrio fiscal, es algo inamovible, sagrado", dice Chávez, que presidía el Banco Central durante el proceso de reestructuración y estabilización que comenzó en agosto de 1990.
A esa disciplina se sumó que Perú aprovechó la bonanza de la globalización económica de las últimas décadas y el alza continua del precio de las materias primas, su principal fuente de exportaciones.
"Ahora es momento de que el gobierno regrese a los ciudadanos el resultado de esa disciplina y perseverancia", dice Ñopo a BBC Mundo.
Por todo ello, Perú también está en mejor disposición para salir menos magullada de la crisis económica del coronavirus que se cierne como una grave amenaza sobre la región.
"Somos los mejor preparados dentro de las limitaciones que tenemos", afirma Ñopo.
Coincide con él Chávez.
"Ya se vio en coyunturas anteriores, como en la crisis financiera internacional de 2008: la economía peruana en 2009 creció cerca de un 1%; y en 2010, un 10%", recuerda.
"(La economía peruana) Va a tener capacidad de reponerse rápidamente, aunque todo va a depender de cuánto demore la cuarentena, que es lo que más impacto negativo tiene", añade.
A pesar del plan, el golpe del coronavirus se dejará sentir, porque Perú también tiene debilidades.
"Somos una economía altamente informal, las redes de protección todavía son precarias, tenemos variables estructurales en lo microeconómico que todavía son muy precarias", dice Ñopo.
El avance en lo macro de las últimas tres décadas hizo que Perú pasara de ser un país pobre a uno de ingresos medios.
Pero ese progreso no se vio tan reflejado en una red de salud aún muy débil, de ahí que el gobierno tomara tan rápido medidas tan estrictas para evitar la tensión del sistema.
Además, la economía del Perú registra su peor momento en una década.
En 2019, creció un 2,2%, por debajo del 4% del año anterior debido, entre otros factores, a la caída en la industria pesquera y a la tensión comercial entre China y Estados Unidos.
Antes de la crisis del coronavirus, el gobierno estimaba un crecimiento del 4%, algo que no se podrá sostener ahora.
Dependiente de la exportación de materias primas, Perú se verá expuesto al retroceso económico de China, destino del 28% de las exportaciones del país y del 70% de sus ventas de cobre.
Ya en diciembre del año pasado, el presidente Vizcarra había reconocido que no cumpliría el objetivo de rebajar su déficit fiscal al 1% del PIB para 2021 y aplazó la meta hasta 2024.
Pese a todo, cifras robustas para encarar este momento.
"Nuestras fortalezas macro son un buen escudo contra el coronavirus", cierra Ñopo
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