Boliva se ha convertido en el laboratorio de la corrupción electoral de que anticipa períodos de violencia y de protestas porque las elecciones dejaron de ser el juego de la derecha para apropiarse mediante el voto de los países latinoamericanos, ahora la izquierda tiene más éxito en las elecciones desde el año 2002 estamos viviendo el más descarado intervencionismo con el reconocimiento de presidentes autoproclamados por Donal Trump y el resto de los países con gobiernos neoliberales, aliados de Estados Unidos, como los de Prosur y de golpes militares como en Bolivia, o de represión sangrienta como en Chile, Ecuador y Colombia
¿Quién ganará las elecciones en Bolivia?
A estas alturas del año, Bolivia debería estar a las puertas de una cita electoral que nada tendría que ver con la presidencial. Lo previsto, según el cronograma del año pasado, era que en la segunda quincena de este marzo se celebraran las elecciones subnacionales (departamentos y municipios). Sin embargo, la interrupción del orden democrático alteró absolutamente todo lo planificado, y estamos ahora a menos de dos meses para decidir quién será el próximo presidente de Bolivia.
Estos son unos comicios totalmente anómalos por muchas razones: (i) llegan bajo la gestión de un Gobierno no electo; (ii) están muy próximos a la elección anterior (20 octubre de 2019); (iii) no compite quien fuera el principal elector del país en los últimos 15 años (Evo Morales quedó proscrito incluso para ser candidato a senador); (iv) muchas instituciones (MIT, CEPR, CELAG) han demostrado que no hubo fraude en contra de lo que la OEA manifestó sin prueba alguna; (v) existen muy pocas garantías democráticas debido al alto grado de persecución judicial contra dirigentes del anterior Gobierno y; vi) Bolivia está envuelta en una grave crisis institucional y política.
Después de todo gran sismo es fundamental conocer e identificar cómo se han reacomodado los sentidos comunes de la ciudadanía en todos los planos, desde lo ideológico, las subjetividades económicas y, por supuesto, hasta las preocupaciones cotidianas. Es por ello que, a continuación, vamos a presentar algunos rasgos característicos de la Bolivia de hoy en base a la encuesta elaborada por CELAG (2.000 casos, presencial, en todo el país, tanto rural como urbana).
1) Nuevamente se constata algo que ningún golpe de Estado puede lograr: hacer desaparecer a la principal fuerza política del país de un plumazo. El candidato por el MAS, Luis Arce, tiene una intención de voto del 33,1%, y muy por detrás queda Jeanine Áñez, con 20,5%; luego le siguen Carlos Mesa (17,4%) y Fernando Camacho (7,4%). Aún es pronto para saber si esa diferencia le permite a Arce ganar en primera vuelta (requiere superar 40 puntos con diferencia de 10 sobre el segundo); pero lo que sí se puede afirmar es que, por ahora, es la opción electoral con más apoyo en el país, como lo ha sido en los últimos años.
2) Arce tiene aún espacio para crecer en votos. Su techo electoral está próximo al 40%. Pero debemos tener en cuenta que el nivel de desconocimiento es muy alto (casi 25%), y, por ende, aún tiene mucho margen para subir en intención de voto. Arce tiene la ventaja de contar con una evaluación muy positiva como ministro de Economía (54,8%), y además, en términos comparativos, la población boliviana le ve con mayor capacidad de gobernar y mayor compromiso con los necesitados que sus rivales.
3) Por su parte, Áñez se perfila como la gran competidora para Arce. La actual presidenta de facto no tiene tanta intención de voto (20,5%) como potenciales votantes (40%). Su techo electoral duplica a su intención de voto. Y la única razón es simple: ella se convierte en la probable canalizadora del voto útil contra Evo. Este fue el fenómeno político que marcó la elección anterior y que provocó que el espíritu de la segunda vuelta se colara en la primera. Y esta vez la gran incógnita está en saber si los votantes paceños afines a Mesa estarán dispuestos a apoyar a Áñez (la candidata del Oriente). No obstante, Áñez también tiene sus puntos débiles: por un lado, casi dos tercios (64,6%) creen que ella no debería haberse postulado como candidata a presidenta y, por otro lado, más de la mitad (54,4%) cree que ella hará fraude en la próxima elección.
4) En Bolivia existe una gran sensación negativa (angustia y enojo) en torno a varios problemas: violencia contras las mujeres (80,4%), potencial devaluación de su moneda (68,5%), temor a perder el empleo (63,3%). Y, además, el 82,6% cree que sigue habiendo racismo y que ello es algo a superar, el 85,5% considera que los bonos sociales son necesarios, y sólo un 31,1% piensa que las privatizaciones mejoran el funcionamiento de la economía.
Estos son ejemplos claros que demuestran que el proceso de cambio en Bolivia no pasó en balde, y aún predominan estos sentidos comunes en el imaginario colectivo. Eso hace que el panorama electoral sea más favorable para Arce que para el resto. Aunque visto lo visto en los meses pasados, todo puede pasar en esta próxima contienda electoral; antes, durante y también después.
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