我在沃加格勒生活了一年半的时间,了解苏联、Glasnost、Perestroika 以及如何在名为俄罗斯联邦的混乱的新共和国开展业务。
冬天和春天,我和妻子和同学住在学生宿舍,在伏尔加格勒理工学院学习,还有另外 25 名接受西班牙语课程的厄瓜多尔人,还有翻译俄语老师所说的话的拉丁美洲学生。 .秋天我回到学校并一直待到 1993 年春天。夏天我去了符拉迪沃斯托克。
我们到达时,俄罗斯正在经历战后最严重的经济灾难。伏尔加格勒,原名斯大林格勒,是共产党执政的最后一个城市。
我们很难适应买东西的大排长龙,因为有一天没有第二天,或者适应寒冷高峰期可能达到-20 oC的温度。
我们惊讶地看着伏尔加河在几分钟内结冰,以及老师们如何靠每月 20 美元维持生计。
可笑的是,尽管人手不足,或者工资不高,大家还是继续工作,没有罢工,但在火车站,老人家卖掉了政府给他们的配给的牛奶、面包等产品。一些报纸,他们用它们换取基本食物,等了几个小时后,排着长队,浪费了他们的时间。”
目睹那场街道、公园和学生宿舍因废弃而恶化的灾难,面对如此恶劣的气候,汽车、电器甚至电话通讯都落后了几十年。
令我们惊讶的是,俄罗斯在日常生活和日常生活中比厄瓜多尔晚得多,尽管它仍然是一个可怕的核大国,即使在这种深刻的危机中,它也没有停止其太空探索。
目睹黑手党、卖淫、新富们的诞生,夜以继日的奢侈享乐,也让我们惊愕不已。
但我们无法解释的是,苏联是如何成为世界强国的,同时它的人民又如何生活在贫困和最残酷的压迫中。
贫困很快将卖淫和敲诈勒索变成了黑手党的商业基地,黑手党从一出生就参与政治。
正是歹徒想要苏联的旧军火库,在诸如亚美尼亚和阿塞拜疆的冲突中出售它们,这些冲突以沃洛格勒军工厂为主要供应商,因此遇到亚美尼亚人、阿塞拜疆人和格鲁吉亚人,他们也在与邻居打仗。
但是俄罗斯的武器,从卡拉什尼科夫步枪到导弹和原子弹,从军营、工厂中消失了,最终流向了与苏联分离的新国家,或者在非洲或拉丁美洲的战争中,如哥伦比亚,与他们的游击队发生冲突。
美国感到所谓的冷战是赢家,以至于接替罗纳德·里根的老布什总统实际上是将总统腰带放在鲍里斯·叶利钦身上的人。
新的个人电脑、晶体管电视、汽车、家用电器,向俄罗斯人揭示了他们的落后。
苏联像纸牌屋一样崩溃了。根本问题是共产党,这是一个崇拜人类神灵的宗教,被称为党总书记,他们可以继续掌权直到他们去世,周围是拉迪诺人、追随者和像巴勃罗·埃斯科瓦尔这样的恶棍,在他身边的哥伦比亚杀手,满足了所谓的领导者及其亲密圈子的所有奇思妙想。
这在所有社会主义中都是一样的问题,从马克思主义社会主义、希特勒、菲德尔社会主义,到古巴、奥尔特加、尼加拉瓜、查韦斯、委内瑞拉、铁托,以及东欧社会主义共和国的领导人,或非洲和非洲的社会主义。亚洲,包括中国。
第二个问题是所谓的充分就业,它迫使人们在他们从事专业和学习之外的活动的地方工作,在那里最有能力的人等同于无能和酗酒者。自己都被吓倒了。
最后,共产主义国家从家庭生活的各个方面决定,在需要收听莫斯科广播电台的地方,在厨房里收听收音机的地方,可以降低音量,但不能换台,也不能关闭和关闭。在长途火车旅行中也是如此。国家决定什么可以在电视上看到。那里只有两个频道,一个是国家频道,一个是莫斯科广播电台,另一个是大学频道。
去另一个城市旅行是不可能的,更糟的是在国外。在这两种情况下,你都需要来自你想去的地方的人的邀请,或者你没有出去。
苏联公民被迫成为他们父母、孩子、配偶、朋友、同事和克格勃特工的线人,这就是这个导致 2000 万苏联人死亡的秘密警察的概念。斯大林和他著名的清洗行动。
在中国,毛的情况更糟。在这两个国家,土地改革造成了饥荒,造成数百万人死亡,就像在乌克兰或中国一样,因为党的官僚想在莫斯科或北京实行集体所有制、五年计划和更集中的政策,但失败了,因为他们没有理解几个世纪以来对土壤生产力及其产品的管理。
En qué se diferencia el comunismo de China del que hubo en la Unión Soviética (y cuánto influyó en América Latina)
- Gerardo Lissardy
- BBC News Mundo
Cuando Mijaíl Gorbachov visitó Pekín en mayo de 1989 para concretar la primera cumbre chino-soviética en 30 años, los dos mayores Estados comunistas del mundo enfrentaban encrucijadas históricas.
En la plaza de Tiananmén de esa ciudad, estudiantes y trabajadores reclamaban reformas democráticas, en protestas descritas como el mayor desafío al Estado comunista en China desde la revolución de 1949.
Gorbachov, por su lado, impulsaba transformaciones políticas y económicas en la Unión Soviética (URSS) que, de hecho, inspiraban a muchos de los manifestantes en Pekín.
Sin embargo, pocos meses después ese mismo año, comenzaría el sorpresivo desplome de la URSS con la caída del Muro de Berlín que separaba al mundo entre Este y Oeste.
En cambio, el Partido Comunista Chino (PCCh) saldó sus divisiones internas sobre cómo responder a las protestas domésticas con un triunfo de su línea dura, y la consiguiente masacre de manifestantes en Tiananmén estremeció al mundo.
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Este jueves, el mismo PCCh celebra el centenario desde su fundación en 1921 afianzado como uno de los partidos políticos más poderosos del planeta, con una influencia que ha llegado incluso a América Latina.
Lejos de considerar este desenlace como fortuito, los expertos observan diferencias cruciales entre el comunismo chino y soviético que explican por qué uno sobrevive en el poder mientras el otro desapareció.
"Lo interesante es que, pese a que tanto el sistema soviético como el chino adoptaron la forma de partido leninista como principal vehículo político, en la URSS eso condujo a la atrofia y esclerosis, mientras en China sigue siendo una organización adaptable y flexible", dice Anthony Saich, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Harvard, a BBC Mundo.
"Reinventarse para sobrevivir"
Tras su fundación y hasta tomar el poder bajo el liderazgo de Mao Tse Tung, el PCCh desarrolló una revolución local con características propias durante casi tres décadas.
Saich, autor del libro "De Rebelde a Gobernante: 100 años del Partido Comunista Chino", señala que eso dio al grupo experiencia en el manejo de distintos entornos antes de ejercer el poder y supone una diferencia principal con los comunistas soviéticos.
A partir de entonces la República Popular China liderada por Mao atravesó varias etapas, desde "El Gran Salto Adelante" para industrializar la economía hasta la "Revolución Cultural" para acabar con rivales políticos.
Millones de personas murieron en esos períodos, principalmente por la hambruna tras una insuficiencia alimentaria entre 1959 y 1961, pero también como resultado de la persecución política desatada en 1965.
Sin embargo, Saich destaca que el PCCh "pudo reinventarse para sobrevivir a esos traumas que habrían derribado a casi cualquier otro partido" y luego demostró "ser muy flexible desde 1978" con la reforma y apertura impulsadas por su líder Deng Xiaoping.
A su juicio, este pragmatismo chino marcó otra diferencia con la URSS, que ya había alcanzado una mayor industrialización cuando entró en problemas y la "esclerosis" del sistema frustró las reformas económicas de Gorbachov.
Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano, explica que tras los cambios implementados por Deng el PCCh combinó el mantenimiento de un régimen de partido-Estado con un capitalismo de Estado.
"El sistema capitalista en China ha tenido o tiene mucho más peso del que nunca tuvo en la URSS", dice Esteban, quien también es profesor de estudios de Asia oriental en la Universidad Autónoma de Madrid, a BBC Mundo.
El progreso económico de las últimas décadas le permitió a China mejorar la calidad de vida de su población y al PCCh evitar nuevas protestas como las de Tiananmén, incluso sin aplicar reformas democráticas como las de Gorbachov.
En los últimos tiempos el actual presidente chino, Xi Jinping, ha dejado claro que está resuelto a mantener el poder del PCCh con una falta de espacios para opiniones disidentes, al igual que la URSS lo hizo durante su existencia.
La paradoja latinoamericana
Otra diferencia que destaca Esteban entre el comunismo chino y soviético es que la revolución maoísta se basó más en los campesinos que la revolución rusa, donde fue clave el proletariado industrial.
Por otro lado, tras llegar al poder el maoísmo promovió una prédica más beligerante contra Occidente que la URSS, que abogaba por una "coexistencia pacífica" dentro de la Guerra Fría, uno de los factores detrás de la ruptura sino-soviética en la década de 1960.
Tanto el carácter rural de la revolución maoísta como la actitud combativa de su líder con el mundo capitalista hicieron que algunos izquierdistas en América Latina vieran a China como un modelo a seguir.
De hecho, en los años '60 surgieron partidos comunistas "prochinos" en Brasil, Bolivia y en todos los países de la costa del Pacífico sudamericano.
Marisela Connelly, una experta en historia china del Colegio de México que estudió ese fenómeno, sostiene que los países de la región que más influencia tuvieron del maoísmo son Colombia y Perú, donde grupos con esa tendencia política como el Ejército Popular de Liberación y Sendero Luminoso respectivamente practicaron la lucha armada durante décadas.
Durante la Guerra Fría, explica Connelly a BBC Mundo, China dio a organizaciones de la región alineadas con su partido comunista cierto apoyo ideológico, cooperación agrícola y en algunos casos entrenamiento guerrillero.
Pero la influencia del PCCh fue mucho mayor en otras regiones, comenzando por el sudeste asiático, y ningún grupo maoísta latinoamericano alcanzó el poder o estuvo cerca de ello.
En cambio, sin ser vista ya como un modelo ideológico o revolucionario, China logró en los últimos 20 años una influencia inédita en América Latina con su creciente poder económico, volviéndose un socio comercial y financiero clave en la región.
"Lo interesante también es que los países latinoamericanos ahora sí están viendo a China como una opción, a pesar de lo que se está dando esta relación asimétrica en lo económico", razona Connelly.
"Es como otra paradoja de la historia".
"Los latinoamericanos deberían estudiar cómo los chinos lograron sacar adelante ese país": Sergio Cabrera, el cineasta colombiano que militó en las milicias de Mao en China
- Daniel Pardo
- Corresponsal de BBC Mundo en Colombia
La vida de Sergio Cabrera, uno de los cineastas más importantes de Colombia, podrían ser muchas vidas.
Nacido en Medellín en 1950, pasó su adolescencia en China durante la implacable Revolución Cultural de Mao Zedong en los años 60. Y la experimentó a fondo.
Estuvo internado en un colegio chino, donde aprendió a dominar el mandarín, vivió en el Hotel de la Amistad de Pekín junto a decenas de revolucionarios internacionales, hizo parte del temido comando estudiantil revolucionario de los Guardia Rojos y trabajó en una fábrica de relojes suizos y en una comuna campesina recolectando coles.
Luego, en los 70, fue soldado del Ejército Popular de Liberación (EPL), una guerrilla colombiana que en principio seguía los principios maoístas.
En sus años de guerrillero casi pierde un pie cuando se cortó con un machete e intentaron curarlo con pócimas naturales. También estuvo al borde de la muerte cuando pasó varios días perdido en la selva sin nada que comer y a su hermana Marianella, también militante, casi la matan con un disparo en la espalda.
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Cabrera tenía 13 años cuando llegó a China.
El Partido Comunista de ese país, que cumple 100 años este jueves, estaba lejos de ser lo que es hoy: un aparato burocrático con 91 millones de afiliados y el gobernador de la segunda potencia mundial.
"El Partido cometió muchos errores, pero ha sabido sacarle provecho a su población en favor de la prosperidad", dice Cabrera, sin negar las violaciones a los derechos humanos, el autoritarismo y una persecución al pensamiento crítico que al final, ya en Colombia, lo terminó desencantando del maoísmo.
Su militancia tuvo un origen muy claro: su padre Fausto, un actor, poeta y revolucionario que emigró de España a Colombia en los años 40 tras la guerra civil española, y se convirtió en un importante gestor cultural.
La historia de la familia Cabrera fue reconstruida por el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez en el libro "Volver la vista atrás", publicado por Alfaguara en abril de 2021.
A propósito del aniversario del partido, BBC Mundo habló con Cabrera sobre su experiencia y su mirada cinco décadas después.
¿Cuál es su lectura hoy del Partido Comunista chino?
Yo no puedo evitar ver el partido como algo casi religioso.
Lenin, cuando organizó el comunismo, copió muchísimos esquemas de la Iglesia católica. Y eso en China era evidente: había tierra prometida, profetas que eran Marx y Engels, héroes que veneraban como santos y sistemas de ascenso y castigo muy concretos.
Por estos días estaba leyendo un libro de Richard McGregor sobre el Partido, que lo describía como la organización burocrática que más se parece al Vaticano; por todo el secretismo, la forma de escalar, la actuación general.
Y yo creo que es verdad, e iría más lejos: China es hoy un imperio, y no necesariamente en el mal sentido.
Los comunistas, cuando llegaron al poder, establecieron una forma de actuar imperial. Muchos chinos ven a su gobernante como el emperador. Y creo que, pese a todos los problemas, solo una estructura burocrática como esa podría gobernar un país tan grande y diverso.
¿Por qué?
China es realmente un continente, con 20 o 25 países, culturas, modos de ser y geografías.
Yo pienso en países como España, que parece ingobernable debido a su inmensa diversidad, donde todos se quieren independizar.
O la misma Colombia, que es un país neo feudal, donde hay regiones gobernadas por señores con su propio ejército, sin Estado con poder ni control de las armas.
China es un imperio porque fue gobernado por el Estado fuerte del Partido Comunista. Si hubiera democracia allí serían un complejo de 20 o más países.
¿Es decir que el autoritarismo chino es bueno?
No entraría a calificarlo, porque es muy difícil de entender.
Cuando yo estaba allá no se sabía de los problemas de derechos humanos. Pero un Estado necesita garantizar la soberanía de su territorio. Es un error no ponerse en la situación de ellos.
El Partido cometió muchos errores, los vi con mis ojos, pero es un partido que ha sabido sacarle provecho a su población.
¿Cómo ha sido ver el ascenso de un país que conoció en otras condiciones, cuando era joven?
En los mismos años en que China se convirtió en una potencia mundial, en base a una gigantesca inversión en educación y ciencia, con esfuerzo y con muchos años de austeridad, en medio de un bloqueo económico, Colombia lo único que ha logrado es abrir unas minas de carbón y petróleo, pero sigue siendo el mismo país de hace 50 años.
¿Y por qué? Porque Colombia no invierte lo suficiente en ciencia ni educación.
El cambio de China no fue de un día para otro: fue fruto de gran esfuerzo y patriotismo, y de una capacidad de pensar a largo plazo. No solo del Estado, sino de los individuos, que tienen gran capacidad de planear su vida, mientras que nosotros con suerte alcanzamos a planificar dos meses.
¿De qué le sirvió hacer parte de ese movimiento?
Creo que gracias a mi formación en disciplina y en conceptos de planificación tuve éxito como cineasta.
Cuando me planteé ser cineasta, las posibilidades eran mínimas. Si hoy es difícil hacer cine en Colombia, imagínese hace 40 años.
Esa disciplina, esa mirada intelectual hacia la responsabilidad individual, me fue muy útil para insistir y tener paciencia y tener un éxito profesional que parecía imposible.
¿Y cuál fue la influencia negativa?
La que me llevó a tomar decisiones muy extremas, como entrar a la guerrilla. Yo estaba muy convencido de que la lucha armada era la forma de lograr justicia social.
Cuando yo fui congresista en Colombia, en los 90, fui a China presidiendo una delegación del Congreso y nos recibió un viceministro.
Él me preguntó cómo resolver las relaciones entre ambos países, y yo le dije que una opción era pedir perdón por toda esa influencia que el maoísmo tuvo en América Latina.
En la guerrilla colombiana, ¿cómo se interpretaba la enseñanza maoísta?
Era una interpretación que se hacía a voluntad: se escogía lo que les servía y se ajustaba a sus deseos. No era una interpretación ortodoxa.
Y cuando les dejó de funcionar decidieron no ser pro-chinos sino pro-albaneses. Concluyeron que los chinos estaban traicionando los pensamientos de Mao.
Mucha gente habla de la revolución, sea desde la condena o la militancia, sin conocerla de primera mano. ¿Cómo leen la guerra quienes no la han vivido de cerca?
En la guerra, así como en muchos otros aspectos de la vida, se habla desde la ignorancia. La gente es muy irresponsable y opina sin conocer y entender nada.
Si un país como Colombia no logra tener control de su territorio, ¿de verdad está en condición de recomendarle democracia a China?
Es como esa parábola bíblica que se pregunta "¿por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?".
Los países latinoamericanos deberían sentarse a estudiar cómo fue que los chinos lograron sacar adelante ese país. Su pobreza era impresionante. El aeropuerto de Pekín era un edifico pequeño con campos de trigos a lado y lado. Y uno mira el de hoy, y dice wow, qué salto el que han dado.
La violación de derechos humanos es el gran hándicap chino, de acuerdo, pero los políticos latinoamericanos también podrían tratar de entender cómo los chinos llegaron tan lejos en lugar de concentrarse exclusivamente en la condena de lo malo.
En el libro de Vásquez se narran formas de adoctrinamiento impactantes, tanto en China como en la guerrilla. Usted manifiesta cansancio con estar sometido a un examen interminable. ¿Acaso la revolución se convierte en un reto interno más que en un cambio externo?
En el mundo de los movimientos de izquierda la ambición es tan grande, el deseo de un militante por convertirse en el secretario de la célula y de escalar es tan enorme, que hace que surja una mirada egoísta respecto del entorno.
Hay que ser muy obsecuente para que te consideren de los suyos. Cualquier pequeña vacilación es mirada con lupa. No hay espíritu crítico, no hay espacio para los errores, y si se cometen, se esconden.
El comportamiento de la gente termina siendo igual a quienes quieren escalar en un partido tradicional. Ese espíritu de competencia se mantiene igual.
La crueldad también juega un rol importante en estas luchas. Usted habla de la presión por no mostrar flaquezas, por no ser débil, por el miedo a revelar que lloraba, por la incapacidad de decirle a su padre que lo amaba. ¿De dónde sale esto?
Es que el poder corrompe. Y mucho poder corrompe mucho.
Yo recuerdo que en mi infancia mis compañeros eran gente con sueños e ideales, pero cuando empezaban a escalar surgía una necesidad de mostrarse fieles a una causa de manera cruel y corrupta.
En el mundo de la política burguesa, o en el mundo empresarial, se da de la misma manera.
Usted habla de un complejo permanente por ser un joven urbano, de clase media alta y cosmopolita en un mundo de rebeldes trabajadores y campesinos. ¿Logró sortear ese complejo?
Yo nunca logré superar ese escollo. Eran las dos cosas. Primero, ser urbano, porque a pesar de que me preparé físicamente, fue imposible tener la capacidad física de un guerrillero campesino.
Pero, además, frente a la dirigencia mi origen de clase siempre fue una fuente de problemas.
En el mundo comunista se dice que el ser social determina la consciencia: que uno no puede evitar su lugar de procedencia. Y ellos sabían que yo era nieto de un empresario, y les quedaba muy cómodo ponerme el sombrero de hijo de rico, en lugar de ponerme el sombrero revolucionario de mi padre.
Es una situación que amarga mucho, porque te están juzgando por bobadas en un medio donde te estás jugando la vida todo el tiempo.
En China era muy usual que la gente se suicidara por eso.
¿Todavía se siente culpable por disfrutar placeres supuestamente pequeñoburgueses?
No, ya no me siento culpable, pero lo que todavía me queda, un rezago de esa época, es que intelectualmente analizo las cosas, de entrada, con un punto de vista comunista.
Por ejemplo: siempre que leo un artículo o veo una película, tengo una primera reacción de que esto es o no anticomunista.
Luego me sacudo y digo que ahí está ese fantasma comunista obstruyendo mi manera de pensar.
Me pasa igual conociendo gente, o en las actividades cotidianas.
¿Mantiene esperanza en el comunismo o en el socialismo?
Espiritualmente sigo pensando que el ideal comunista es hermoso. Nunca se aplicó en ningún país del mundo de manera fidedigna, pero claro: un mundo justo, una repartición de la riqueza equilibrada y la solidaridad son principios de una utopía muy linda, aunque al parecer irrealizable.
El socialismo sí me parece que puede funcionar. En algunos países existe, siempre y cuando se respeten los derechos humanos y algunos principios universales.
A mí lo que me genera dudas es la necesidad de controlar el pensamiento y el deseo de la gente. Ese ha sido el peor efecto del socialismo como lo hemos visto. Porque hizo que las cosas se descarrilaran.
El mundo sigue siendo muy desigual. ¿Qué es ser revolucionario hoy?
Yo mantengo mis ideales, pero ya no me esfuerzo en ser partícipe de los cambios. Me he resignado a aceptar el mundo tal como es.
Desde luego tengo mis opiniones y uso mis películas para decir que lo que pienso. Pero hasta ahí llego.
Hace poco veía una entrevista con (el fallecido filósofo e historiador francés) Michel Foucault en la que le preguntan sobre el papel de los revolucionarios en esta sociedad. Y él dice que los intelectuales deben ser como los cartógrafos: los encargados de hacer el mapa donde se desarrollan los acontecimientos y denunciar los accidentes sociales que los grandes especialistas deben corregir.
Yo trato de hacer eso: de utilizar mi cine para hablar de temas que me interesan.
En sus películas hay grandes dosis de ironía. ¿Cómo desarrolló eso, a pesar de que creció en lugares tan rígidos?
Fracasar como revolucionario me enseñó grandes cosas sobre la vida. Y una de esa es no tener ataduras, a pesar de que sigo luchando con ellas dentro de mí.
Los chinos dicen que primero se caen los dientes que la lengua. Porque la lengua es flexible y los dientes, rígidos.
Con el tiempo descubrí que la ironía era una manera fácil de generar grandes reflexiones.
En "Golpe de estadio" (una película sobre una tregua entre guerrilleros y soldados para ver un partido de fútbol) quise hacer una reflexión sobre un mini proceso de paz. Y en "La estrategia del caracol" (sobre una alianza entre vecinos en contra de un desalojo) quise hablar de una mini revolución.
Los colombianos tenemos un gran amor por la ironía, quizá porque hemos vivido tanto horror. Y en mi caso me salen mejor las reflexiones desde ahí. No desde el humor, sino desde la ironía, porque creo que las grandes contradicciones de la vida generan sonrisas, pero no generan carcajadas.
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