En 1992 viaje a estudiar en la recién creada Federación de Rusia.

Durante un año y medio viví en Vogogrado aprendiendo sobre lo que fue la Unión Soviética, el Glasnost, la Perestroika, y como hacer negocios en la caótica nueva república llamada Federación de Rusia.
En el invierno y la primavera ,viví con mi esposa y mis  compañeros,  en una residencia estudiantil y estudié en la Politécnica de Volgogrado, junto a otros 25 ecuatorianos que recibíamos clases en español , con estudiantes latinoamericanos, que traducían lo que decían los profesores rusos.  En el otoño volví a clases y permanecí hasta primavera del 1993. En el  verano fui hasta Vladivostok.
En el momento que llegamos Rusia se vivía la peor catástrofe económica de las posguerra. Volgogrado, antes llamada Stalingrado, era la última ciudad en que los comunistas se mantenían en el poder.  
Nos fue difícil adaptarnos a las enormes colas para compara algo y a que lo había un día no había al día siguiente,  o adaptarnos a temperaturas que en el pico de frío podía llegar a -20 oC.
 Veíamos con asombro como se congelaba el río Volga, en minutos y como los profesores podían sobrevivir con 20 dólares al mes. 
Lo curioso es que a pesar  de la escases, o  los malos salarios, todos seguían trabajando, no había huelgas, pero en la estación del tren, los viejos vendían sus raciones de leche, pan, y otros productos, que el gobierno les daba mediante unos papeles, que los canjeaban por alimentos básicos, luego de esperar por horas, en interminables colas, que se devoraban sus horas.'
Al ver aquel desastre, en que las calles, parques y residencias estudiantiles vivían el deterioro por el abandono, frente a un clima tan hostil, donde los autos, electrodomésticos, y hasta la comunicación telefónica, se quedó con décadas de retraso.   
Nos asombraba que Rusia viviera un retraso mucho mayor que Ecuador, en lo común y cotidiano, aunque seguía siendo una temible potencia nuclear, que ni en esta profunda crisis, detuvo su exploración espacial.
El ver nacer a la mafia, a la prostitución, a los nuevos ricos, que de la noche al día tenían lujos y placeres, eso también nos despertaba también asombro.
Pero lo que no podíamos explicarnos es como la URSS llegó a ser una potencia mundial y al mismo tiempo su población vivía la pobreza y la opresión más cruel.
La pobreza pronto convirtió a la prostitución y en extorsión base de los negocios de la mafia, que desde su nacimiento,  estaba involucrada en la política.
Es que los mafiosos querían los viejos arsenales de la URSS, para venderlos en los conflictos como el de Armenia y Azebajan, que tenían a la fábrica de armas de Vologogrado, como su principal proveedor, por lo que fue normal y corriente toparnos con armenios, azebajanos y georgianos,  que también libraban una guerra con Afjacia, 
Pero las armas rusas, desde los kalashnikov hasta los misiles y bombas atómicas, desaparecía de los cuarteles, de las fabricas y  terminaban en los nuevos países separados de la URSS, o en las guerras de Africa o América Latina, como en Colombia, que vivían conflictos con sus guerrillas.
Estados Unidos se sentía el ganador de la llamada Guerra Fria, a tal punto, que el presidente Bush padre, que le sucedió a Ronand Reagan, fue quien, prácticamente le puso la banda presidencial a Boris Yelsin.
La nuevas computadoras personales,  los televisores a transistores, los autos, los electrodomésticos, revelaban a  los rusos su retraso. 
La Union Sovietica se derrumbó como un castillo de naipes. El problema fundamenta fue el partido comunistas, que era una religión para adorar dioses humanos, llamados secretarios generales de partido, que podían permanecer en el poder hasta su muerte,  se rodeaban de ladinos, esbirros, y malvados como  Pablo Escobar,  en Colombia se rodeaba de sicarios, que cumplían con todos los caprichos de llamado líder y su círculo cercano.
Este fue el mismo problema en todos los socialismos, desde los socialismos marxistas, de Hitler,  los socialismo de Fidel, en Cuba, Ortega, en Nicaragua, Chávez, en Venezuela, Tito, y   los líderes de las repúblicas socialistas del Este Europeo, o los socialismo de Africa y Asia, incluida China.
El segundo problema era el llamado pleno empleo, que obligaba a las personas a trabajar en lugares donde hacían actividades muy ajenas a su profesión y estudios, donde los más capaces era iguales a los ineptos y alcohólicos  Donde los que querían hacer algo diferente o por cuenta propia eran intimidados.  
Finalmente el Estado Comunista decidía en todos los aspectos,  desde la vida de hogar, donde había que escuchar forzosamente Radio Moscú,  en unas radios en la cocina, que se les podía bajar el volumen, pero no se podía cambiar de estación, o apagar y lo mismo era en las largas travesías en tren.
El estado decidía lo que se puede ver en la TV. donde había sólo dos canales, el de el estado, Radio Moscú, y el de la universidad. 
No era posible viajara a otra ciudad y peor fuera del país. Para ambos casos se necesitaba invitación de alquien de lugar que querías visitar, o no salías.
Los ciudadanos soviéticos estaba obligados a ser delatores de sus paderes, hijos, esposos, amigos, compañeros y los agentes de la KGB era todos, que era el concepto de esta policía secreta, que llevó a la muete de 20 millones de soviéticos, en los tiempos de Stalin y sus famosas purgas.
En China, con Mao la cosa fue peor.  En ambos países la reforma agraria produjo hambrunanas, que mataron a millones, como en Ucrania o China, porque los burócratas del partido, quisieron imponer la porpiedad colectiva, los planes quinquenales y mas políticas centralizdas en Moscú o Pekuín,    que fracasaron, porque no entendían como  fue el manejo de la productividad del suelo, de sus productos por siglos.



En qué se diferencia el comunismo de China del que hubo en la Unión Soviética (y cuánto influyó en América Latina)

  • Gerardo Lissardy
  • BBC News Mundo
Un póster que muestra a Karl Marx, Lenin y Mao Tse Tung.

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El 1 de octubre de 1949, Mao Tse Tung instauró la República Popular de China (RPC), sobre la base de las teorías de Marx y Lenin.

Cuando Mijaíl Gorbachov visitó Pekín en mayo de 1989 para concretar la primera cumbre chino-soviética en 30 años, los dos mayores Estados comunistas del mundo enfrentaban encrucijadas históricas.

En la plaza de Tiananmén de esa ciudad, estudiantes y trabajadores reclamaban reformas democráticas, en protestas descritas como el mayor desafío al Estado comunista en China desde la revolución de 1949.

Gorbachov, por su lado, impulsaba transformaciones políticas y económicas en la Unión Soviética (URSS) que, de hecho, inspiraban a muchos de los manifestantes en Pekín.

Sin embargo, pocos meses después ese mismo año, comenzaría el sorpresivo desplome de la URSS con la caída del Muro de Berlín que separaba al mundo entre Este y Oeste.

En cambio, el Partido Comunista Chino (PCCh) saldó sus divisiones internas sobre cómo responder a las protestas domésticas con un triunfo de su línea dura, y la consiguiente masacre de manifestantes en Tiananmén estremeció al mundo.

Este jueves, el mismo PCCh celebra el centenario desde su fundación en 1921 afianzado como uno de los partidos políticos más poderosos del planeta, con una influencia que ha llegado incluso a América Latina.

Lejos de considerar este desenlace como fortuito, los expertos observan diferencias cruciales entre el comunismo chino y soviético que explican por qué uno sobrevive en el poder mientras el otro desapareció.

"Lo interesante es que, pese a que tanto el sistema soviético como el chino adoptaron la forma de partido leninista como principal vehículo político, en la URSS eso condujo a la atrofia y esclerosis, mientras en China sigue siendo una organización adaptable y flexible", dice Anthony Saich, profesor de asuntos internacionales en la Universidad de Harvard, a BBC Mundo.

"Reinventarse para sobrevivir"

Tras su fundación y hasta tomar el poder bajo el liderazgo de Mao Tse Tung, el PCCh desarrolló una revolución local con características propias durante casi tres décadas.

Saich, autor del libro "De Rebelde a Gobernante: 100 años del Partido Comunista Chino", señala que eso dio al grupo experiencia en el manejo de distintos entornos antes de ejercer el poder y supone una diferencia principal con los comunistas soviéticos.

Mao Tse Tung

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Mao proclamó la República Popular desde la Puerta de Tiananmén el 1 de octubre de 1949.

A partir de entonces la República Popular China liderada por Mao atravesó varias etapas, desde "El Gran Salto Adelante" para industrializar la economía hasta la "Revolución Cultural" para acabar con rivales políticos.

Millones de personas murieron en esos períodos, principalmente por la hambruna tras una insuficiencia alimentaria entre 1959 y 1961, pero también como resultado de la persecución política desatada en 1965.

Sin embargo, Saich destaca que el PCCh "pudo reinventarse para sobrevivir a esos traumas que habrían derribado a casi cualquier otro partido" y luego demostró "ser muy flexible desde 1978" con la reforma y apertura impulsadas por su líder Deng Xiaoping.

A su juicio, este pragmatismo chino marcó otra diferencia con la URSS, que ya había alcanzado una mayor industrialización cuando entró en problemas y la "esclerosis" del sistema frustró las reformas económicas de Gorbachov.

El líder soviético Mijaíl Gorbachov durante su visita a China en mayo de 1989

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El líder soviético Mijaíl Gorbachov visitó China en mayo de 1989, un momento de desafíos para ambos estados comunistas.

Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano, explica que tras los cambios implementados por Deng el PCCh combinó el mantenimiento de un régimen de partido-Estado con un capitalismo de Estado.

"El sistema capitalista en China ha tenido o tiene mucho más peso del que nunca tuvo en la URSS", dice Esteban, quien también es profesor de estudios de Asia oriental en la Universidad Autónoma de Madrid, a BBC Mundo.

El progreso económico de las últimas décadas le permitió a China mejorar la calidad de vida de su población y al PCCh evitar nuevas protestas como las de Tiananmén, incluso sin aplicar reformas democráticas como las de Gorbachov.

En los últimos tiempos el actual presidente chino, Xi Jinping, ha dejado claro que está resuelto a mantener el poder del PCCh con una falta de espacios para opiniones disidentes, al igual que la URSS lo hizo durante su existencia.

La paradoja latinoamericana

Otra diferencia que destaca Esteban entre el comunismo chino y soviético es que la revolución maoísta se basó más en los campesinos que la revolución rusa, donde fue clave el proletariado industrial.

campesinos

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Mao basó su apoyó popular en el campesinado chino.

Por otro lado, tras llegar al poder el maoísmo promovió una prédica más beligerante contra Occidente que la URSS, que abogaba por una "coexistencia pacífica" dentro de la Guerra Fría, uno de los factores detrás de la ruptura sino-soviética en la década de 1960.

Tanto el carácter rural de la revolución maoísta como la actitud combativa de su líder con el mundo capitalista hicieron que algunos izquierdistas en América Latina vieran a China como un modelo a seguir.

De hecho, en los años '60 surgieron partidos comunistas "prochinos" en Brasil, Bolivia y en todos los países de la costa del Pacífico sudamericano.

Marisela Connelly, una experta en historia china del Colegio de México que estudió ese fenómeno, sostiene que los países de la región que más influencia tuvieron del maoísmo son Colombia y Perú, donde grupos con esa tendencia política como el Ejército Popular de Liberación y Sendero Luminoso respectivamente practicaron la lucha armada durante décadas.

Xi Jinping

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Xi Jinping: durante su presidencia, China ha aumentado su influencia en America Latina.

Durante la Guerra Fría, explica Connelly a BBC Mundo, China dio a organizaciones de la región alineadas con su partido comunista cierto apoyo ideológico, cooperación agrícola y en algunos casos entrenamiento guerrillero.

Pero la influencia del PCCh fue mucho mayor en otras regiones, comenzando por el sudeste asiático, y ningún grupo maoísta latinoamericano alcanzó el poder o estuvo cerca de ello.

En cambio, sin ser vista ya como un modelo ideológico o revolucionario, China logró en los últimos 20 años una influencia inédita en América Latina con su creciente poder económico, volviéndose un socio comercial y financiero clave en la región.

"Lo interesante también es que los países latinoamericanos ahora sí están viendo a China como una opción, a pesar de lo que se está dando esta relación asimétrica en lo económico", razona Connelly.

"Es como otra paradoja de la historia".

"Los latinoamericanos deberían estudiar cómo los chinos lograron sacar adelante ese país": Sergio Cabrera, el cineasta colombiano que militó en las milicias de Mao en China

  • Daniel Pardo
  • Corresponsal de BBC Mundo en Colombia
Sergio Cabrera en una comuna popular en Pekín en 1966.

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Sergio Cabrera (penúltimo de derecha a izquierda) en una comuna popular en Pekín en 1966.

La vida de Sergio Cabrera, uno de los cineastas más importantes de Colombia, podrían ser muchas vidas.

Nacido en Medellín en 1950, pasó su adolescencia en China durante la implacable Revolución Cultural de Mao Zedong en los años 60. Y la experimentó a fondo.

Estuvo internado en un colegio chino, donde aprendió a dominar el mandarín, vivió en el Hotel de la Amistad de Pekín junto a decenas de revolucionarios internacionales, hizo parte del temido comando estudiantil revolucionario de los Guardia Rojos y trabajó en una fábrica de relojes suizos y en una comuna campesina recolectando coles.

Luego, en los 70, fue soldado del Ejército Popular de Liberación (EPL), una guerrilla colombiana que en principio seguía los principios maoístas.

En sus años de guerrillero casi pierde un pie cuando se cortó con un machete e intentaron curarlo con pócimas naturales. También estuvo al borde de la muerte cuando pasó varios días perdido en la selva sin nada que comer y a su hermana Marianella, también militante, casi la matan con un disparo en la espalda.

Cabrera tenía 13 años cuando llegó a China.

El Partido Comunista de ese país, que cumple 100 años este juevesestaba lejos de ser lo que es hoy: un aparato burocrático con 91 millones de afiliados y el gobernador de la segunda potencia mundial.

"El Partido cometió muchos errores, pero ha sabido sacarle provecho a su población en favor de la prosperidad", dice Cabrera, sin negar las violaciones a los derechos humanos, el autoritarismo y una persecución al pensamiento crítico que al final, ya en Colombia, lo terminó desencantando del maoísmo.

Su militancia tuvo un origen muy claro: su padre Fausto, un actor, poeta y revolucionario que emigró de España a Colombia en los años 40 tras la guerra civil española, y se convirtió en un importante gestor cultural.

La historia de la familia Cabrera fue reconstruida por el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez en el libro "Volver la vista atrás", publicado por Alfaguara en abril de 2021.

A propósito del aniversario del partido, BBC Mundo habló con Cabrera sobre su experiencia y su mirada cinco décadas después.

Guardias rojos

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Cabrera vivió en su adolescencia la Revolución Cultural, uno de los periodos más convulsos de la China bajo Mao.

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¿Cuál es su lectura hoy del Partido Comunista chino?

Yo no puedo evitar ver el partido como algo casi religioso.

Lenin, cuando organizó el comunismo, copió muchísimos esquemas de la Iglesia católica. Y eso en China era evidente: había tierra prometida, profetas que eran Marx y Engels, héroes que veneraban como santos y sistemas de ascenso y castigo muy concretos.

Por estos días estaba leyendo un libro de Richard McGregor sobre el Partido, que lo describía como la organización burocrática que más se parece al Vaticano; por todo el secretismo, la forma de escalar, la actuación general.

Y yo creo que es verdad, e iría más lejos: China es hoy un imperio, y no necesariamente en el mal sentido.

Los comunistas, cuando llegaron al poder, establecieron una forma de actuar imperial. Muchos chinos ven a su gobernante como el emperador. Y creo que, pese a todos los problemas, solo una estructura burocrática como esa podría gobernar un país tan grande y diverso.

¿Por qué?

China es realmente un continente, con 20 o 25 países, culturas, modos de ser y geografías.

Yo pienso en países como España, que parece ingobernable debido a su inmensa diversidad, donde todos se quieren independizar.

O la misma Colombia, que es un país neo feudal, donde hay regiones gobernadas por señores con su propio ejército, sin Estado con poder ni control de las armas.

China es un imperio porque fue gobernado por el Estado fuerte del Partido Comunista. Si hubiera democracia allí serían un complejo de 20 o más países.

Sergio Cabrera

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Cabrera, de 71 años, ha sido director de siete películas y varios documentales y series de televisión.

¿Es decir que el autoritarismo chino es bueno?

No entraría a calificarlo, porque es muy difícil de entender.

Cuando yo estaba allá no se sabía de los problemas de derechos humanos. Pero un Estado necesita garantizar la soberanía de su territorio. Es un error no ponerse en la situación de ellos.

El Partido cometió muchos errores, los vi con mis ojos, pero es un partido que ha sabido sacarle provecho a su población.

¿Cómo ha sido ver el ascenso de un país que conoció en otras condiciones, cuando era joven?

En los mismos años en que China se convirtió en una potencia mundial, en base a una gigantesca inversión en educación y ciencia, con esfuerzo y con muchos años de austeridad, en medio de un bloqueo económico, Colombia lo único que ha logrado es abrir unas minas de carbón y petróleo, pero sigue siendo el mismo país de hace 50 años.

¿Y por qué? Porque Colombia no invierte lo suficiente en ciencia ni educación.

El cambio de China no fue de un día para otro: fue fruto de gran esfuerzo y patriotismo, y de una capacidad de pensar a largo plazo. No solo del Estado, sino de los individuos, que tienen gran capacidad de planear su vida, mientras que nosotros con suerte alcanzamos a planificar dos meses.

¿De qué le sirvió hacer parte de ese movimiento?

Creo que gracias a mi formación en disciplina y en conceptos de planificación tuve éxito como cineasta.

Cuando me planteé ser cineasta, las posibilidades eran mínimas. Si hoy es difícil hacer cine en Colombia, imagínese hace 40 años.

Esa disciplina, esa mirada intelectual hacia la responsabilidad individual, me fue muy útil para insistir y tener paciencia y tener un éxito profesional que parecía imposible.

¿Y cuál fue la influencia negativa?

La que me llevó a tomar decisiones muy extremas, como entrar a la guerrilla. Yo estaba muy convencido de que la lucha armada era la forma de lograr justicia social.

Cuando yo fui congresista en Colombia, en los 90, fui a China presidiendo una delegación del Congreso y nos recibió un viceministro.

Él me preguntó cómo resolver las relaciones entre ambos países, y yo le dije que una opción era pedir perdón por toda esa influencia que el maoísmo tuvo en América Latina.

Familia Cabrera en China

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Aunque fue por iniciativa de Fausto (izquierda), Sergio y Marianella Cabrera vivieron sin sus padres en China durante años. Hoy mantienen un estrecho vínculo con el país.

En la guerrilla colombiana, ¿cómo se interpretaba la enseñanza maoísta?

Era una interpretación que se hacía a voluntad: se escogía lo que les servía y se ajustaba a sus deseos. No era una interpretación ortodoxa.

Y cuando les dejó de funcionar decidieron no ser pro-chinos sino pro-albaneses. Concluyeron que los chinos estaban traicionando los pensamientos de Mao.

Mucha gente habla de la revolución, sea desde la condena o la militancia, sin conocerla de primera mano. ¿Cómo leen la guerra quienes no la han vivido de cerca?

En la guerra, así como en muchos otros aspectos de la vida, se habla desde la ignorancia. La gente es muy irresponsable y opina sin conocer y entender nada.

Si un país como Colombia no logra tener control de su territorio, ¿de verdad está en condición de recomendarle democracia a China?

Es como esa parábola bíblica que se pregunta "¿por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?".

Los países latinoamericanos deberían sentarse a estudiar cómo fue que los chinos lograron sacar adelante ese país. Su pobreza era impresionante. El aeropuerto de Pekín era un edifico pequeño con campos de trigos a lado y lado. Y uno mira el de hoy, y dice wow, qué salto el que han dado.

La violación de derechos humanos es el gran hándicap chino, de acuerdo, pero los políticos latinoamericanos también podrían tratar de entender cómo los chinos llegaron tan lejos en lugar de concentrarse exclusivamente en la condena de lo malo.

EPL

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El EPL fue una de las seis guerrillas que surgieron en los 60 en Colombia. Y la que más cercana al maoísmo se mostraba. Llegó a tener 3.000 soldados. Aunque se desmovilizó en el 91, hoy todavía existen algunas disidencias.

En el libro de Vásquez se narran formas de adoctrinamiento impactantes, tanto en China como en la guerrilla. Usted manifiesta cansancio con estar sometido a un examen interminable. ¿Acaso la revolución se convierte en un reto interno más que en un cambio externo?

En el mundo de los movimientos de izquierda la ambición es tan grande, el deseo de un militante por convertirse en el secretario de la célula y de escalar es tan enorme, que hace que surja una mirada egoísta respecto del entorno.

Hay que ser muy obsecuente para que te consideren de los suyos. Cualquier pequeña vacilación es mirada con lupa. No hay espíritu crítico, no hay espacio para los errores, y si se cometen, se esconden.

El comportamiento de la gente termina siendo igual a quienes quieren escalar en un partido tradicional. Ese espíritu de competencia se mantiene igual.

La crueldad también juega un rol importante en estas luchas. Usted habla de la presión por no mostrar flaquezas, por no ser débil, por el miedo a revelar que lloraba, por la incapacidad de decirle a su padre que lo amaba. ¿De dónde sale esto?

Es que el poder corrompe. Y mucho poder corrompe mucho.

Yo recuerdo que en mi infancia mis compañeros eran gente con sueños e ideales, pero cuando empezaban a escalar surgía una necesidad de mostrarse fieles a una causa de manera cruel y corrupta.

En el mundo de la política burguesa, o en el mundo empresarial, se da de la misma manera.

Sergio Cabrera en China

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Cabrera tenía 13 años cuando llegó a vivir a China.

Usted habla de un complejo permanente por ser un joven urbano, de clase media alta y cosmopolita en un mundo de rebeldes trabajadores y campesinos. ¿Logró sortear ese complejo?

Yo nunca logré superar ese escollo. Eran las dos cosas. Primero, ser urbano, porque a pesar de que me preparé físicamente, fue imposible tener la capacidad física de un guerrillero campesino.

Pero, además, frente a la dirigencia mi origen de clase siempre fue una fuente de problemas.

En el mundo comunista se dice que el ser social determina la consciencia: que uno no puede evitar su lugar de procedencia. Y ellos sabían que yo era nieto de un empresario, y les quedaba muy cómodo ponerme el sombrero de hijo de rico, en lugar de ponerme el sombrero revolucionario de mi padre.

Es una situación que amarga mucho, porque te están juzgando por bobadas en un medio donde te estás jugando la vida todo el tiempo.

En China era muy usual que la gente se suicidara por eso.

¿Todavía se siente culpable por disfrutar placeres supuestamente pequeñoburgueses?

No, ya no me siento culpable, pero lo que todavía me queda, un rezago de esa época, es que intelectualmente analizo las cosas, de entrada, con un punto de vista comunista.

Por ejemplo: siempre que leo un artículo o veo una película, tengo una primera reacción de que esto es o no anticomunista.

Luego me sacudo y digo que ahí está ese fantasma comunista obstruyendo mi manera de pensar.

Me pasa igual conociendo gente, o en las actividades cotidianas.

Revolucion Cultural china

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Jóvenes militantes en plena Revolución Cultural china.

¿Mantiene esperanza en el comunismo o en el socialismo?

Espiritualmente sigo pensando que el ideal comunista es hermoso. Nunca se aplicó en ningún país del mundo de manera fidedigna, pero claro: un mundo justo, una repartición de la riqueza equilibrada y la solidaridad son principios de una utopía muy linda, aunque al parecer irrealizable.

El socialismo sí me parece que puede funcionar. En algunos países existe, siempre y cuando se respeten los derechos humanos y algunos principios universales.

A mí lo que me genera dudas es la necesidad de controlar el pensamiento y el deseo de la gente. Ese ha sido el peor efecto del socialismo como lo hemos visto. Porque hizo que las cosas se descarrilaran.

El mundo sigue siendo muy desigual. ¿Qué es ser revolucionario hoy?

Yo mantengo mis ideales, pero ya no me esfuerzo en ser partícipe de los cambios. Me he resignado a aceptar el mundo tal como es.

Desde luego tengo mis opiniones y uso mis películas para decir que lo que pienso. Pero hasta ahí llego.

Hace poco veía una entrevista con (el fallecido filósofo e historiador francés) Michel Foucault en la que le preguntan sobre el papel de los revolucionarios en esta sociedad. Y él dice que los intelectuales deben ser como los cartógrafos: los encargados de hacer el mapa donde se desarrollan los acontecimientos y denunciar los accidentes sociales que los grandes especialistas deben corregir.

Yo trato de hacer eso: de utilizar mi cine para hablar de temas que me interesan.

La estrategia del Caracol

FUENTE DE LA IMAGEN,FOTO: LUIS ALFONSO TRIANA

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"La estrategia del caracol" es una de las películas más importantes del cine en Colombia. Uno de sus protagonistas es Fausto Cabrera (derecha), quien según su hijo "hizo de sí mismo": cerebro de una revolución.

En sus películas hay grandes dosis de ironía. ¿Cómo desarrolló eso, a pesar de que creció en lugares tan rígidos?

Fracasar como revolucionario me enseñó grandes cosas sobre la vida. Y una de esa es no tener ataduras, a pesar de que sigo luchando con ellas dentro de mí.

Los chinos dicen que primero se caen los dientes que la lengua. Porque la lengua es flexible y los dientes, rígidos.

Con el tiempo descubrí que la ironía era una manera fácil de generar grandes reflexiones.

En "Golpe de estadio" (una película sobre una tregua entre guerrilleros y soldados para ver un partido de fútbol) quise hacer una reflexión sobre un mini proceso de paz. Y en "La estrategia del caracol" (sobre una alianza entre vecinos en contra de un desalojo) quise hablar de una mini revolución.

Los colombianos tenemos un gran amor por la ironía, quizá porque hemos vivido tanto horror. Y en mi caso me salen mejor las reflexiones desde ahí. No desde el humor, sino desde la ironía, porque creo que las grandes contradicciones de la vida generan sonrisas, pero no generan carcajadas.

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